viernes, 27 de abril de 2007

Proyectar las Islas

No puedo precisar con exactitud, cuánto tiempo pasó de aquella frase que le oí decir a una amiga. Un país que no tiene memoria no tiene cultura. Las verdaderas Islas han estado, indiferentemente, relegadas, apartadas y hasta excluidas de todo relato fílmico verídico y humano; sincero. Me gusta pensar que sé una posible respuesta a este por qué; de todas maneras, ninguna compensa tantos años de olvido, omisión y abandono.

¿De qué modo fotografiar las Islas? Pocas son las películas que abordaron Malvinas: cerca de diez films e incontables documentales, entre Argentina e Inglaterra, cada uno con su propia visión y sus medios; los vencedores y los vencidos. (Digo casi incontables pues, tanto para la televisión inglesa como para la nuestra, al cumplirse el 20 aniversario en 2002 y éste último 2 de abril el número 25, se realizaron vastos documentales que, a diferencia de los primeros –década del 80’ y 90’-, hacen más hincapié en el propio conflicto que en las causas políticas que llevaron a ambas naciones a la guerra).

En 1984, con la reapertura democrática, se realizaron en Argentina varias de esas películas que los críticos han aceptado en llamar ‘sociales’ o ‘históricas’, otros, son aun más firmes (o audaces), en el concepto: ‘denuncia político-histórica’.
Para mí, 1982 es un año anacrónicamente nostálgico. Yo acababa de cumplir un año, aun así, a veces siento que he vivido esa parte de la historia. Nostálgico porque también, como obseso amante de cine que soy, sé que David José Kohon y Carlos Hugo Christensen filmaron sus últimas películas; dos directores que admiro en profundidad.
Con la restauración democrática, había comenzado –incluso unos años antes-, la necesidad –generalmente viciada, sin rumbo, algo improvisada, a contra reloj-, de narrar historias que en uno u otro sentido reflejasen la situación de un país bajo la censura extrema, el exilio, el vacío: cine post-dictadura; todo esto frente a ese cine denominado ‘de vacaciones’, ese cine producido exclusivamente para chicos, o grandes algo chicos, estrenado siempre en vacaciones de invierno o verano. Recién casi a fines de 1983 se estrena la primera parte de “La República perdida”. Al año siguiente, ve la luz el primer film sobre Malvinas: “Los chicos de la guerra”, de Bebe Kamín, y también el primer documental: “Malvinas, historia de traiciones”, de Jorge Denti; ambos filmados en 16 mm. El primero, hoy nos parece un cine acartonado, escaso, pobre; tal vez como todas las películas que por esos años intentaban retratar una Argentina colmados por el fuego de poder hablar sin pedir permiso, extasiados, urgentes. “Los chicos de la guerra” me parece insuficiente, algo así como pretender colocar en primer plano tres historias que abarcan mucho pero narradas dicen poco, o nada. Fue un intento humilde de acercarse a las Islas mediante la aproximación a personajes hoy ya saturados, cursis y reiterativos; de todos modos tiendo a pensar que todos los films sobre Malvinas son intentos y sólo eso. El documental de Denti, como la mayoría de los documentales que lo sucedieron por esos años, analizó el por qué del conflicto con una mirada distante sobre aquellos que pisaron las Islas; Generales dictadores (sinónimos finalmente), la Dama de Hierro, contexto social: causa y consecuencia, pero ninguno abordaba el conflicto en sí.

En 1985 se estrena “La historia oficial”, y luego le siguen un sin número de films que –urgentes-, registran ese pasado tan reciente del que hasta ese momento no era posible mencionar; quiero destacar entre algunos otros: “El rigor del destino”, “Hay unos tipos abajo”, “La noche de los lápices”, “Made in Argentina” y “El amor es una mujer gorda”.

En 1987 se realiza el primer documental para la televisión inglesa: “The Falklands War: The Untold Story” (La Guerra de Malvinas: La historia no contada); muestra por primera vez esas imágenes que los argentinos nunca vieron y parecen no querer ver. Roza de manera superficial el espíritu humano de una guerra; incluso insiste en mostrar que los soldados ingleses fueron recibidos como héroes sólo para las cámaras y que, pasada la euforia, nadie parecía sentirse orgulloso de haber viajado tantos kilómetros para matar a un enemigo que desconocían por un territorio del que jamás habían oído hablar.
“La deuda interna” de 1988, quizá -si bien apenas aborda el conflicto-, sea el único film que dedica su metraje a narrar las sensaciones e incertidumbres de un joven norteño convocado a luchar en las Islas.
Ese mismo año, Denzel Washingon, bajo las órdenes del inglés Martin Stellman (curiosamente la última película que dirigió, luego se dedicó a escribir), estrenó “For Queen and Country” (Por la Reina y por la Patria), un film extremadamente lento que no contiene imágenes del combate. Si uno acepta (y tolera), ver y oír a Denzel Washingon como ex-combatiente inglés que luchó en Malvinas, puede que el relato parezca menos esclavizante y agotador. Las distintas áreas del cine conforman un todo, si una de ellas, es decir, si un engranaje de la vasta cadena está articulado de forma imprecisa, el riego de contaminación hacia esas otras áreas es grande. Trilladas situaciones, frases inconsistentes y un montaje mal enlazado, hacen de este film una historia que apenas roza la guerra, pues, en definitiva, la historia del personaje sólo sirve para enmarcar un relato principal que demora ‘una hora cuarenta y cinco minutos’ en mostrar el trastorno en el que viven los marginados en Inglaterra en plena época Thatcherista, sin ningún otro mensaje que el de hacernos entender que, quienes dieron la vida por la Patria (y por la Reina), no tienen segundas oportunidades.

También en 1988, y con Colin Firth encarnando al Teniente Robert Lawrence, se estrena “Tumbledown” (monte en el que se libraron las últimas batallas antes de la rendición), de Richard Eyre, el mismo de “Iris, recuerdos imborrables” y la recientemente estrenada “Escándalo”. Drama hecho para televisión, este film creó tal controversia en Gran Bretaña que años después se supo que hubo intenciones por parte del gobierno de prohibir su exhibición. Fue la primera película inglesa en acercarse al campo de batalla mediante la historia del Teniente Lawrence; enmarcada en un gran flashback que abarca las casi dos horas de duración, el film narra la cruda batalla librada cerca del final de la guerra en Monte Tumbledown: pocos saben que en la Guerra de Malvinas también hubo combates cuerpo a cuerpo, y ya cerca del final, cara a cara, dos soldados, un argentino y un inglés, mientras el primero pide piedad y el otro parece desconocer esa palabra, ocurre lo peor. Para muchos quizá sea un film liviano, acostumbrados a ver hoy otro tipo de luchas más aparentemente reales dado el alcance que tiene la tecnología; pero “Tumbledown” tal vez sea la única historia que, narrada siempre a través de los ojos del vencedor, haya mostrado la implacable y feroz última lucha no sólo física sino psíquica por la que atravesaron todos los soldados, independientemente de sus nacionalidades.

Al año siguiente, Paul Greengrass (recientemente nominado al Oscar por “United 93”), dirige su primera película: “Resurrected” (Resucitados), sobre un soldado británico que siendo dado por muerto, al terminar la guerra, sufre supuestamente de amnesia. Contiene una fuerte crítica al conservadurismo inglés, sobre todo porque aquellos soldados que primero fueron héroes, meses más tarde, como pasó aquí también, fueron olvidados y reducidos a ex-combatientes que sólo estorbaron y obstaculizaron la política de turno.

En 1992, la BBC por primera vez, en su ciclo de documentales titulado “Timewatch”, pone al aire un documental que indaga en los tormentosos empeños diplomáticos, comandados por el secretario de estado de los Estados Unidos Alexander Haig, y cuenta además con numeroso material de archivo, entre otros: Galtieri, Reagan y Thatcher, como abundantes entrevistas (Haig, Kirkpatrick, Lami-Dozo, Costa Méndez), e imágenes del propio conflicto. No es necesario comentar cuál es el punto de vista tomado por la televisión inglesa, ¿verdad?
Ese año, la misma cadena, produce bajo las órdenes del director Stuart Urban, “An Ungentlemanly Act” (innecesariamente mal traducida ‘La guerra de Malvinas’), un film que narra las primeras 36 horas luego del desembarco Argentino, con el escocés Ian Richardson (quien falleció en febrero de este año), en el papel del Gobernador de las Islas, Rex Hunt, quien se siente olvidado por Londres ante la llegada Argentina. Con toques de humor por momentos demasiado punzantes, contiene agudas escenas del combate, realzando la actitud a veces inerte y desesperada de los marines ingleses. Esta película cuenta con tres datos interesantes. Uno: Por primera vez la representación hecha de nuestros soldados no cae en maniqueísmos toscos o groseros, retratando el lado humano de aquella tropa inmersa en una ininteligible incertidumbre; dos: poco felices se sintieron los isleños luego de ver el film, pues son mostrados sin reparos como un pueblo ciertamente desplazado y extravagante; tres: la película fue filmada en estudios de Londres y también en escenarios reales de las Islas Malvinas y estrenada en 1992, y recordemos que Margaret Thatcher gobernó hasta fines de 1990, con lo que se dijo y especuló, que el film fue el primero en no tener que tolerar la mano censuradora del conservadurismo inglés, y por eso pudo retratar el conflicto desde un lado más aparentemente parcial.

Cuatro años más tarde, en abril de 1996, se estrena el que tal vez sea el mejor documental argentino: “Hundan al Belgrano”, de Federico Urioste. Con innumerable material de archivo, entrevista y hasta despliegue de mapas, por primera vez hay testimonios ingleses. No sólo muestra la desigualdad bélica, la guerra en sí (causas y consecuencias), sino que también se sumerge en la historia de las Islas desde el siglo XVIII. Con el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano se derrumbó todo pacto de paz, es decir que todos los intentos organizados por el presidente peruano Belaúnde Terry (quien dio total apoyo a la Argentina), desvanecieron; esto queda más que claro y, así mismo, tal vez el punto más fuerte sea la necesidad de hacernos comprender que las Fuerzas Armadas Argentinas, sólo pueden vencer al enemigo cuando éste no tiene armas.
Con intenciones de ser realizado en 1986 y estrenado el 2 de abril de 1987 (aunque luego se canceló el proyecto por considerar el guión anti-británico al mostrar contradicciones entre aspectos públicos y privados de su primera ministra), “The Falklands Play” –recientemente se lanzó una edición en DVD-, con producción de la BBC, fue otro film hecho para televisión filmado y estrenado recién en 2002. Narra (o intenta hacerlo), las negociaciones que libraron ambos gobiernos –sumándose Estados Unidos-, con actores en la piel de Thatcher, Haig, Costa Méndez, Pérez de Cuellar, Reagan, etc., todo ello adornado con el gabinete de la dama de hierro y visto, claro, desde un ángulo Pro-Thatcherista.
Dato curioso es saber que conjuntamente se realizó una versión para radio, y que el estreno del film fue precedido por un programa de 30 minutos que narraba la polémica cancelación ocurrida años antes por la BCC.

Ya en 2005, Tristán Bauer filma “Iluminados por el fuego”, con guión del propio Bauer, Edgardo Esteban (basado en su libro publicado en 1993 del mismo nombre y luego extendido a partir del regreso a las islas en 1999, llamándose ‘Malvinas, diario del regreso’), Gustavo Romero Borri y Miguel Bonasso.
“Iluminados por el fuego” no es una película sobre la guerra de Malvinas, es simplemente un film que narra la historia de un soldado en dicha guerra, acompañado por otros como él que -años después del conflicto-, aún continúan con las mismas heridas sangrantes e imágenes que la memoria no permite escapar. Por ello el relato se centra en la experiencia de ese soldado que, a partir de la noticia de suicidio de un compañero, recuerda su llegada triunfante a las Islas y luego su despedida con forma de derrota.
Con una innecesaria elección del presente argentino -2001-, pues ciertamente no aporta nada significante, el relato transcurre enmarcado en un flashback demasiado trastocado si se deseaba realizar un film emotivo. De lo que no queda duda, es que, como cantaba Facundo Cabral en los ochenta, “el enemigo está adentro... usa gorra y cartuchera”.
El primer punto destacable de la película es su indescriptible final. No sólo el personaje queda en Malvinas, con él, la cámara, mis ojos y los tuyos, mis sensaciones y las tuyas, y quizá nuestras posibles lágrimas también. Aún así, como relato bélico esta nueva película continúa siendo insuficiente. Supongo que aún no sabemos muy bien de qué modo narrar lo aparentemente inenarrable. Deberíamos preguntarnos primero, en el momento mismo de la escritura, qué es lo que verdaderamente deseamos narrar: la guerra (macro-historia), o las historias individuales de esa guerra (micro-historias) y, así mismo, hacer todo lo posible para que no haya más de cuatro manos en la escritura de un guión.
Lo segundo destacable de este modesto film, además de su final, es la clara necesidad de no olvidar las Islas, y de entender, finalmente, que el conflicto no acabó el 14 de junio de 1982, y que más allá del reclamo de soberanía, los argentinos tenemos que saber que para aquellos que combatieron, la lucha continúa aquí, en nuestro suelo. Es la lucha de no caer en el olvido, no de levantarnos, pues nunca caímos -sí cayeron ellos, los que nos llevaron a Malvinas-, y aceptar, final y humildemente, que nuestros soldados no desean más monumentos y medallas, sino que sólo desean un cálido abrazo. Y tal vez, uno de esos abrazos, algún día, venga a través del cine.

Otras películas como “El visitante” y “Pozo de zorro” (ambas de 1999), con dirección de Javier Olivera y Miguel Mirra respectivamente, se acercaron a Malvinas. La primera, narra la historia de un ex-combatiente (taxista en la actualidad), que no logra detener los recuerdos del combate y de sus compañeros; la segunda, sí transcurre en las Islas, entre personajes que, en un pozo de zorro, conocen el valor de la amistad entre tanto cada uno cuenta su propia vida.

Otros documentales:
“Malvinas, alerta roja”, de 1985, con dirección de Eduardo Rotondo. “War in the Falklands”, de 2002, documental para la televisión inglesa, de Mike Beckham. “Operación Algeciras”, de 2004, de Jesús Mora; narra la operación encubierta por parte de Argentina para atacar, mediante minas submarinas, la base naval Británica en Gibraltar. “Locos de la bandera”, de 2004, de Julio Cardoso; centrado en testimonios de los familiares de los caídos, con imágenes recreadas que intentan apoyar el relato en off. “No tan nuestras”, del mismo año, de Ramiro Longo; toma como protagonista al ex-combatiente Sergio Delgado, quien narra su llegada a las Islas, la demora en arribar de los ingleses, hasta finalmente acabar como prisionero. La cámara sabe mostrar a Delgado y lo deja hablar, y uno acaba por comprender, aceptar y querer a ese soldado argentino que, con mucho humor, narra lo más crudo de su experiencia.

Dejando de lado la larga lista de documentales para televisión hechos en Argentina –siempre cerca de la fecha conmemorativa-, transmitidos por los cinco canales de aire, también National Geographic, Discovery Channel y History Channel, entre otros, realizaron diversos documentales sobre el conflicto. Tal vez uno de los más interesantes fue el que estrenó National Geographic en 2003, sobre la expedición que se hizo para encontrar los restos del Crucero ARA General Belgrano.

Como último documental, más que interesante fue el que realizó Jorge Lanata para el diario Perfil, estrenado en marzo de este año. Dividido en bloques como “El Poder”, “La Vida”, etc., dos cosas nos quedan claras de las Malvinas actuales según palabras de Lanata: “Este lugar parece un capítulo de Gran Hermano, con la escenografía de The Truman Show”; y “Hoy Malvinas es una empresa, y la guerra fue su mejor inversión”. Creo que pocos habíamos imaginado que las Islas se convertirían en un territorio casi dictatorial, donde no existe la oposición, donde pueden verse soldados vestidos de mujer, y donde los jóvenes afirman no sentirse ingleses y si británicos.

Por todo ello, supongo tampoco el cine recuperará Malvinas; de todas maneras, independientemente de los logros o desaciertos de los films que aborden directa o indirectamente las Islas, sanos y redentores son y serán los intentos. La memoria de los pueblos siempre parece ser un foso oscuro, inalcanzable, y son los individuos los que dan vida a esa masa intangible tantas veces golpeada y censura. La memoria, que nada tiene que ver con los recuerdos, tendrá siempre la ardua tarea de hacernos reconstruir ciertos pasajes de la historia que no deben ser omitidos.
Y hoy, la frase de mi amiga continúa –y continuará-, resonando eternamente en mi cabeza. Y a ese punto que dejó casi suspendido luego de su última palabra, quisiera abrirlo, o modificarlo, y solamente agregar que, también, un país que no tiene cultura, no tiene memoria.
Federico Maggiore

martes, 3 de abril de 2007

Nuestras hijas de regreso a casa




Ni una más.
Todas son nuestras hijas.
Todas son nuestras muertas.

lunes, 2 de abril de 2007

¿QUIÉNES Y POR QUÉ?

¿QUIÉNES...
...y POR QUÉ?

¿RITO?

En Ciudad Juárez fueron asesinadas desde 1993 por lo menos 380 mujeres, y casi todos siguen siendo casos sin resolver. La Procuraduría local de Justicia anunció ayer que resolvió ocho: un mexicano preso en EE.UU. reconoció que junto a “amigos” mató a ocho jóvenes en una suerte de rito satánico mezclado con borrachera y fiesta. Los cuerpos mutilados fueron encontrados en noviembre de 2001.

Página 12, domingo 18 de marzo.