martes, 27 de noviembre de 2007

EL LIBRETO DE TEKOJOJA

El libreto de Tekojoja
Por Luís Agüero Wagner
Escritor y Periodista
“Estas son mis convicciones. Si no les gustan... tengo otras"(Groucho Marx)
Desde el movimiento Tekojoja, donde militan varios que compiten con el tendotá en puertos privados, se ha acusado en estos días a Nicanor Duarte Frutos de ser el pésimo guionista encargado de elaborar el libreto del líder de Unace, el general retirado Lino Oviedo.La obligada pregunta que se impone es quién es el guionista que redacta los libretos de Tekojoja, conglomerado de agentes encubiertos del imperio, incautos desinformados y exponentes de la izquierda festiva, presentados en su momento como una temible amenaza electoral, a pesar de que quienes algo conocemos de este “enigmático” grupúsculo sabemos de su titánico esfuerzo para reunir cuarenta personas en una cena para recaudar fondos.La prestigiosa escritora y periodista argentina residente en Tolouse, Alicia Dujovne, escribió en La Nación de Buenos Aires hace un par de semanas un artículo donde desnudaba la inconciencia que implican los planes energéticos de George W. Bush, que en su afán de restar influencia a Hugo Chávez en la región se muestra dispuesto a promover la re-feudalización, acentuar el problema del latifundio y monocultivos, así como agravar el hambre en el sub continente. Ejemplificó que para destilar apenas 50 litros de etanol, se necesitan 232 kilos de maíz, fracción de alimento con la cual un niño mexicano puede vivir un año. Del diario La Nación de Buenos Aires se han dicho muchas cosas desde que Bartolomé Mitre lo fundara el 4 de enero de 1870, mientras se consumaba el genocidio que por sus ambiciones, sus intrigas y sus compromisos con Inglaterra y Brasil sufrió el Paraguay. Nunca, sin embargo, se ha escuchado que el periódico fuera acusado de tergiversar las noticias tendenciosamente hacia la izquierda.
Por\n consiguiente, ¿quién dictó a Ricardo Canese sus artículos a favor de los planes de George sobre los biocombustibles? ¿James Cason? ¿Dick Cheney? ¿Condolezza Rice? ¿Ab Ovo? ¿Carlitos Vera?Estas interrogantes pueden constituir un misterio, pero algo que sí está muy claro es quién escribió el libreto de Fernando Lugo cuando habló de “confrontación directa” con Brasil, teniendo en cuenta que sonó como un aletargado eco de las retrógradas campañas contra el MERCOSUR de su publicista Aldo Zucolillo, de las que ya están hartos los representantes diplomáticos acreditados en Asunción. Es con seguridad el mismo libretista quien les escribe sus retractaciones del chavismo, al que elogiaran en tiempos en que asediaban con pedidos de petrodólares al hoy removido embajador Huerta, de la misma manera con que hoy rinden pleitesía a figuras emblemáticas del intervencionismo imperialista de la National Endowment for Democracy como Humberto Rubín. Otro tema en que han evidenciado giros espectaculares es en el caso Oviedo, un delincuente de lo peor, como sabemos, pues nuevamente lo han descubierto ellos. No en balde Peter Romero, al que muchos hoy deben estar añorando, le despojó de credenciales democráticas y la patria periodística y la intelectualidad lo consagraron como una amenaza militarista y fascista. Es imposible desconocer, hoy por hoy, su papel en el golpismo de estado, su participación en un magnicidio, su planta de matón temible y narcotraficante que ha pactado con la mafia nicanorista, y su prontuario incuestionable de asesino de los jóvenes de la plaza, durante el marzo paraguayo. Y pensar que con un hombre así querían tratos Fernando Lugo, Blas Llano y Carlos Filizzola.No se porqué algo me dice que lo que realmente resultaba intolerable en su momento era su antecedente de haber intimado rendición al General Stroessner el 3 de febrero de 1989, un menú demasiado pesado para ser digerido por impotentes politiqueros de pacotilla que\n sólo podían jactarse de contar en su foja de servicio algunos pocos moretones obtenidos en forcejeos con la policía de la dictadura. Esta última, hay que decirlo, una fuerza uniformada que en tiempos mucho más sangrientos algunos de sus periodistas integraron con honores.",Por consiguiente, ¿quién dictó a Ricardo Canese sus artículos a favor de los planes de George sobre los biocombustibles? ¿James Cason? ¿Dick Cheney? ¿Condolezza Rice? ¿Ab Ovo? ¿Carlitos Vera?Estas interrogantes pueden constituir un misterio, pero algo que sí está muy claro es quién escribió el libreto de Fernando Lugo cuando habló de “confrontación directa” con Brasil, teniendo en cuenta que sonó como un aletargado eco de las retrógradas campañas contra el MERCOSUR de su publicista Aldo Zucolillo, de las que ya están hartos los representantes diplomáticos acreditados en Asunción. Es con seguridad el mismo libretista quien les escribe sus retractaciones del chavismo, al que elogiaran en tiempos en que asediaban con pedidos de petrodólares al hoy removido embajador Huerta, de la misma manera con que hoy rinden pleitesía a figuras emblemáticas del intervencionismo imperialista de la National Endowment for Democracy como Humberto Rubín.Otro tema en que han evidenciado giros espectaculares es en el caso Oviedo, un delincuente de lo peor, como sabemos, pues nuevamente lo han descubierto ellos. No en balde Peter Romero, al que muchos hoy deben estar añorando, le despojó de credenciales democráticas y la patria periodística y la intelectualidad lo consagraron como una amenaza militarista y fascista. Es imposible desconocer, hoy por hoy, su papel en el golpismo de estado, su participación en un magnicidio, su planta de matón temible y narcotraficante que ha pactado con la mafia nicanorista, y su prontuario incuestionable de asesino de los jóvenes de la plaza, durante el marzo paraguayo. Y pensar que con un hombre así querían tratos Fernando Lugo, Blas Llano y Carlos Filizzola.No se porqué algo me dice que lo que realmente resultaba intolerable en su momento era su antecedente de haber intimado rendición al General Stroessner el 3 de febrero de 1989, un menú demasiado pesado para ser digerido por impotentes politiqueros de pacotilla que sólo podían jactarse de contar en su foja de servicio algunos pocos moretones obtenidos en forcejeos con la policía de la dictadura. Esta última, hay que decirlo, una fuerza uniformada que en tiempos mucho más sangrientos algunos de sus periodistas integraron con honores.
Tal vez la clave pueda estar, después de todo, en que la caída del dictador acabó con la lluvia de dólares que recibían nuestros “luchadores” contratados contra Stroessner.

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