Luis Hernández Navarro en jornarda/UNAM
Muy jóvenes para morir
Temprano llegó la noche para Felícitas Martínez y Teresa Bautista. Tenían tan sólo 21 y 24 años cuando la muerte las alcanzó el pasado 7 de abril. Un grupo de hombres armados quiso detener el vehículo en el que se transportaban de regreso al municipio popular de San Juan Copala, Oaxaca. Ellas viajaban en el asiento trasero. Los asesinos les dispararon balas de muerte. Fallecieron instantáneamente.
Felícitas Martínez y Teresa Bautista eran, desde enero de este año, locutoras y reporteras incansables de la radio comunitaria de Copala La voz que rompe el silencio, que transmite en el 94.9 de la frecuencia modulada. Habían sido reiteradamente amenazadas junto a otros compañeros suyos. Por teléfono les decían: “sabes qué, güey, te caemos al rato... tu radio ya va a salir”.
Para enfrentar las amenazas, ataviadas con huipiles adornados con franjas anchas horizontales y paralelas de color rojo intenso, las muchachas grabaron un espot con música de fondo. “Algunas personas piensan que somos muy jóvenes para saber... deberían saber que somos muy jóvenes para morir”, decían en él.
Después del crimen, según Albino Ortiz, coordinador de la radio, “el gobierno del estado mandó amenazar a las familias de las locutoras para quedarse calladas ante los organismos nacionales e internacionales a cambio de dinero o de su vida...”
Los triquis, pueblo de viudas y huérfanos por la violencia política y agraria, de mujeres solas debido a la migración de sus hombres, se convirtió, también, en una comunidad donde se guarda luto por las difuntas. En una guerra no declarada, las mujeres son no sólo víctimas de violaciones y maltratos, sino, además, blanco de los pistoleros.
Muerto sobre muerto, emboscada tras emboscada, la violencia en la triqui tiene una historia de largo aliento y otra de corto plazo. Desde 1948 han sido asesinadas más de mil personas. A partir de la década de los 70 han sido ejecutados más de 350 opositores al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la zona.
Triqui es una derivación lingüística de driqui, que significa padre superior. Ellos se nombran tinujei, que en su lengua significa hermano mío. Casi 80 por ciento de los 30 mil integrantes de este pueblo hablan alguna variante de su lengua. Los de mayor edad son casi completamente monolingües.
Enclavada en las profundidades del Nudo Mixteco, la región triqui ocupa un territorio de unos 500 kilómetros cuadrados. Dividido en una parte baja y una alta, las mejores tierras y los recursos naturales más abundantes se localizan en el trique bajo. Allí se concentran la mayor cantidad de conflictos.
Los triquis viven en 65 barrios, parajes y comunidades, pertenecientes a dos Chuma’a o centros político-religiosos: Copala y Chicahuaxtla. Hay, además, otros dos barrios no pertenecientes a estos centros: Santo Domingo del Estado y San Martin Itunyoso. La migración hacia las ciudades de Oaxaca, México, San Quintín y Estados Unidos ha provocado el surgimiento de nuevas comunidades.
La población triqui pertenece a los municipios de Juxtlahuaca, Constancia del Rosario, Tlaxiaco y Putla de Guerrero, cuyas cabeceras están controladas por mestizos. Entre 1826 y 1948 –recuerda Francisco López Bárcenas– San Juan Copala fue un municipio libre, pero en 1948 el Congreso lo convirtió en mera agencia municipal. Castigó así la revuelta de 1940-1965 para defender, incluso por la vía militar, sus propiedades y derechos.
Los triquis han tenido que enfrentar la voracidad y el talante represivo de hacendados españoles, el cobro de servicios religiosos, la enajenación de sus tierras y bosques por particulares y empresas, el acaparamiento de sus cosechas de café por coyotes, el cacicazgo y la violencia priísta. De esta resistencia vienen la mayoría de los muertos.
La estación de radio La voz que rompe el silencio forma parte del proyecto autonómico del municipio popular de San Juan Copala. Desde su nacimiento quiso ser un instrumento para llamar a la unidad, para superar los conflictos, para comunicarse entre sí. Comenzó a transmitir el 20 de enero de 2008.
Centro político-religioso histórico, Copala es, también, el asiento poblacional más numeroso de los triquis. Viven allí más de mil 300 personas. La mayoría de las agencias y comisarías apoyaron el nacimiento del municipio autónomo en enero de 2007. En su constitución participaron más de 300 mayordomos y entre 6 y 8 mil personas. Exigen que el gobierno los respete.
En su formación confluyeron varios factores, unos históricos y otros coyunturales. Uno fue la ruptura del Movimiento de Unidad y Lucha Trique (MULT), que desde 1981 había articulado la resistencia contra los caciques y el PRI, y la formación del MULT Independiente (MULTI). La constitución de este organismo en un partido político fue clave en el desgajamiento de la organización. Otro fue la sublevación oaxaqueña en contra del gobernador Ulises Ruiz, que catalizó la voluntad autonómica de los pueblos indios en todo el estado. Además, las cabeceras municipales mestizas de Putla y Justlahuaca no entregaban los recursos económicos a los que las comunidades tenían derecho.
El nuevo municipio trató de frenar el baño de sangre que sacudía la región. Convocó a reuniones de conciliación con sus antiguos rivales del PRI y la CNC, minoritarios en la región, pero muy beligerantes. Sin embargo, enfrentó la hostilidad del MULT. Integrantes del ayuntamiento popular responsabilizan del asesinato de las jóvenes locutoras a esta organización. Ellos lo niegan.
Felícitas Martínez y Teresa Bautista eran muy jóvenes para morir. Su asesinato se suma a una considerable cadena de homicidios de dirigentes campesinos e indígenas perpetrados durante los últimos cuatro meses. No tan jóvenes como ellas han sido ejecutados por pistoleros y paramilitares que actúan en la impunidad. Ellos tampoco merecían que les quitaran la vida.
Muy jóvenes para morir
Temprano llegó la noche para Felícitas Martínez y Teresa Bautista. Tenían tan sólo 21 y 24 años cuando la muerte las alcanzó el pasado 7 de abril. Un grupo de hombres armados quiso detener el vehículo en el que se transportaban de regreso al municipio popular de San Juan Copala, Oaxaca. Ellas viajaban en el asiento trasero. Los asesinos les dispararon balas de muerte. Fallecieron instantáneamente.
Felícitas Martínez y Teresa Bautista eran, desde enero de este año, locutoras y reporteras incansables de la radio comunitaria de Copala La voz que rompe el silencio, que transmite en el 94.9 de la frecuencia modulada. Habían sido reiteradamente amenazadas junto a otros compañeros suyos. Por teléfono les decían: “sabes qué, güey, te caemos al rato... tu radio ya va a salir”.
Para enfrentar las amenazas, ataviadas con huipiles adornados con franjas anchas horizontales y paralelas de color rojo intenso, las muchachas grabaron un espot con música de fondo. “Algunas personas piensan que somos muy jóvenes para saber... deberían saber que somos muy jóvenes para morir”, decían en él.
Después del crimen, según Albino Ortiz, coordinador de la radio, “el gobierno del estado mandó amenazar a las familias de las locutoras para quedarse calladas ante los organismos nacionales e internacionales a cambio de dinero o de su vida...”
Los triquis, pueblo de viudas y huérfanos por la violencia política y agraria, de mujeres solas debido a la migración de sus hombres, se convirtió, también, en una comunidad donde se guarda luto por las difuntas. En una guerra no declarada, las mujeres son no sólo víctimas de violaciones y maltratos, sino, además, blanco de los pistoleros.
Muerto sobre muerto, emboscada tras emboscada, la violencia en la triqui tiene una historia de largo aliento y otra de corto plazo. Desde 1948 han sido asesinadas más de mil personas. A partir de la década de los 70 han sido ejecutados más de 350 opositores al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la zona.
Triqui es una derivación lingüística de driqui, que significa padre superior. Ellos se nombran tinujei, que en su lengua significa hermano mío. Casi 80 por ciento de los 30 mil integrantes de este pueblo hablan alguna variante de su lengua. Los de mayor edad son casi completamente monolingües.
Enclavada en las profundidades del Nudo Mixteco, la región triqui ocupa un territorio de unos 500 kilómetros cuadrados. Dividido en una parte baja y una alta, las mejores tierras y los recursos naturales más abundantes se localizan en el trique bajo. Allí se concentran la mayor cantidad de conflictos.
Los triquis viven en 65 barrios, parajes y comunidades, pertenecientes a dos Chuma’a o centros político-religiosos: Copala y Chicahuaxtla. Hay, además, otros dos barrios no pertenecientes a estos centros: Santo Domingo del Estado y San Martin Itunyoso. La migración hacia las ciudades de Oaxaca, México, San Quintín y Estados Unidos ha provocado el surgimiento de nuevas comunidades.
La población triqui pertenece a los municipios de Juxtlahuaca, Constancia del Rosario, Tlaxiaco y Putla de Guerrero, cuyas cabeceras están controladas por mestizos. Entre 1826 y 1948 –recuerda Francisco López Bárcenas– San Juan Copala fue un municipio libre, pero en 1948 el Congreso lo convirtió en mera agencia municipal. Castigó así la revuelta de 1940-1965 para defender, incluso por la vía militar, sus propiedades y derechos.
Los triquis han tenido que enfrentar la voracidad y el talante represivo de hacendados españoles, el cobro de servicios religiosos, la enajenación de sus tierras y bosques por particulares y empresas, el acaparamiento de sus cosechas de café por coyotes, el cacicazgo y la violencia priísta. De esta resistencia vienen la mayoría de los muertos.
La estación de radio La voz que rompe el silencio forma parte del proyecto autonómico del municipio popular de San Juan Copala. Desde su nacimiento quiso ser un instrumento para llamar a la unidad, para superar los conflictos, para comunicarse entre sí. Comenzó a transmitir el 20 de enero de 2008.
Centro político-religioso histórico, Copala es, también, el asiento poblacional más numeroso de los triquis. Viven allí más de mil 300 personas. La mayoría de las agencias y comisarías apoyaron el nacimiento del municipio autónomo en enero de 2007. En su constitución participaron más de 300 mayordomos y entre 6 y 8 mil personas. Exigen que el gobierno los respete.
En su formación confluyeron varios factores, unos históricos y otros coyunturales. Uno fue la ruptura del Movimiento de Unidad y Lucha Trique (MULT), que desde 1981 había articulado la resistencia contra los caciques y el PRI, y la formación del MULT Independiente (MULTI). La constitución de este organismo en un partido político fue clave en el desgajamiento de la organización. Otro fue la sublevación oaxaqueña en contra del gobernador Ulises Ruiz, que catalizó la voluntad autonómica de los pueblos indios en todo el estado. Además, las cabeceras municipales mestizas de Putla y Justlahuaca no entregaban los recursos económicos a los que las comunidades tenían derecho.
El nuevo municipio trató de frenar el baño de sangre que sacudía la región. Convocó a reuniones de conciliación con sus antiguos rivales del PRI y la CNC, minoritarios en la región, pero muy beligerantes. Sin embargo, enfrentó la hostilidad del MULT. Integrantes del ayuntamiento popular responsabilizan del asesinato de las jóvenes locutoras a esta organización. Ellos lo niegan.
Felícitas Martínez y Teresa Bautista eran muy jóvenes para morir. Su asesinato se suma a una considerable cadena de homicidios de dirigentes campesinos e indígenas perpetrados durante los últimos cuatro meses. No tan jóvenes como ellas han sido ejecutados por pistoleros y paramilitares que actúan en la impunidad. Ellos tampoco merecían que les quitaran la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario