viernes, 30 de mayo de 2008

JUÁREZ, VIOLENCIA COMO PAISAJE COTIDIANO

La sociedad insensibilizada
Carlos Murillo González* en @juárez
¿Qué pasa cuando una sociedad es sometida por un tiempo indefinido a vivir bajo el influjo de la violencia en sus diversas presentaciones y niveles? Pues puede volverse temerosa, desconfiada, deprimida y para sobrevivir termina por hacerse insensible a su entorno de vida: la violencia se convierte en algo tan común que pasa a ser parte de su cotidianidad; la reproduce, le teme, no la comprende, pero ya para entonces se ha vuelto invisible, parte de su cultura, de su hábitat, un “extraño conocido”. ¿Y qué pasa cuando una sociedad se vuelve insensible? Es entonces cuando deja de ser una sociedad creativa, progresista, equitativa y justa para darle paso a la enajenación, la fragmentación, la desintegración y las apariencias; es cuando se disfraza de sofisticada para cubrir su egoísmo; deja de percibir la realidad objetiva, concreta, cruda y empieza a “crear” un mundo de fantasía, cómodo e incomprensible; pierde el rumbo; el “mundo” donde se desenvuelve se reduce a los espacios conocidos (la casa, el trabajo, el súper) la vida se limita a nivel de lo individual, pero no más allá; los medios de comunicación, especialmente la televisión, se transforman en el lazo que lo relaciona y mantiene en contacto con la “realidad” a la vez que le distorsiona su realidad particular, deja de ser una sociedad de intereses colectivos a una sociedad teledirigida.

La insensibilización de la sociedad se presenta como una respuesta natural frente a un entorno hostil; no es la mejor solución, sino la posible dadas las circunstancias de violencia imperantes. A ella se suman otros aspectos de enajenación relacionados con lo económico, como el consumo irracional dirigido, así como intereses de clase o particulares; se relaja el equilibrio ecológico en todos sus aspectos, aun con peligro para el ecosistema; las responsabilidades públicas pasan a segundo plano comparado con lo privado y se concentra la energía en pos de la búsqueda personal de éxito o de supervivencia por cualquier vía o costo. En los países industrializados la insensibilización social es parte del modus vivendi: estando en la carrera por mantenerse como potencias mundiales, la población participa conciente e inconcientemente en una constante competencia para alcanzar o mantener el status quo requerido y los privilegios que de ello se gozan; es una cuestión económico-material y de calidad de vida, no importando de dónde vienen esos recursos o cómo se hizo para obtenerlos; la violencia forma parte y se invisibiliza en pos del éxito, el status, los objetivos a alcanzar, puesto que para que alguien goce de muchos de esos privilegios, alguien más, muchos más, tendrán que hacer el trabajo sucio, el sacrificio, ser violentado, en esa patria o cualquier otra. En las ciudades es tal vez donde es más latente la insensibilidad de la sociedad. El mismo concepto de sociedad, contrapuesto al de comunidad, se presenta en términos de racionalidad y no de unidad, como sugiere este último. En las ciudades contemporáneas es fácil presenciar la miseria y la riqueza al mismo tiempo, cotidianamente y ser ajeno a lo que pase al resto “mientras no me pase a mí”, se presta atención a los aspectos superficiales de la existencia y se deja al olvido los sucesos negativos negándolos: la insensibilidad se instala en alguna parte de la conciencia y ejerce su influencia de manera sutil negándose a reconocerse en la realidad que niega. Ciudad Juárez es un ejemplo de todo lo anterior, pero llevado a extremos: ante la anomia, como sinónimo de falta de autoridad, se desencadena la ola de violencia que todos conocemos y cuyo antecedente directo es la permisividad del Estado por hacerse a la vez distante y desentendido con la sociedad y autocomplaciente con las irregularidades hacia dentro de sí. La insensibilidad de los gobernantes hacia sus gobernados permite que se haya llegado a este momento anómico. La insensibilidad de la sociedad juarense para sí misma permite que el Estado siga haciendo como que hace y que la violencia continúe. La insensibilidad provoca un círculo vicioso, tautológico, sin solución.Dicho de otra manera la pérdida de la sensibilidad social implica un detrimento del interés por lo que está pasando en su entorno, la indiferencia hacia lo público, la desidentificación con el sufrimiento del otro, lo cual permite fortalecer la anomia y tener mayores posibilidades de ser víctima de la violencia. En el mundo de lo insensible se pierde todo contacto con la realidad, se vive en una burbuja mecánica, robotizada, deshumanizada. Las calles de Juárez ahora lucen así, insensibles para no demostrar su miedo, aunque en su espíritu todo mundo desea que esto termine. Esta descripción sociológica espera fomentar la comprensión del fenómeno de la violencia anómica que acontece en estos momentos, pensando en que quizá pueda aliviar o hacer menos pesado el enrarecido ambiente que se respira últimamente y que hace aparecer la realidad como surreal.
*Carlos Murillo González, sociólogo y maestro en ciencias sociales por la UACJ, miembro del Colegio de Sociólogas y Sociólogos de Ciudad Juárez, investigador asistente de El Colegio de Chihuahua y adherente de La Otra Campaña; es autor del Libro La Sociedad Anónima: los factores socieoeconómicos y políticos del abstencionismo en el municipio de Juárez, entre otros escritos. Su experiencia abarca la docencia, la investigación, la asesoría, el activismo y la música

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