SIN TIERRAS Y LOS COMPROMISOS DEL OBISPO
por Luís Agüero Wagner
Si algún incauto pensó que un referente de la iglesia de Roma, emparentado con agentes de la CIA y USAID, cercado de movimientos financiados por la embajada norteamericana, apoyado por la derecha neoliberal y empresarios de la comunicación cuyos negocios florecieron al amparo de una brutal dictadura neo nazi realmente encarnaba un giro hacia la izquierda en Paraguay, es porque padece una aguda necedad que lo hace impermeable a las evidencias.
Basta observar la forma en que los periódicos paraguayos aplauden los desalojos forzados de campesinos sin tierras en el interior del país, omiten toda responsabilidad de los jerarcas de la dictadura en la deformación de la propiedad rural, y cargan con virulencia contra las organizaciones campesinas buscando enfrentarlas con indígenas, dividirlas o desprestigiarlas. Alegremente congratulan hoy la orden dispuesta por el juez en lo Civil de Santa Rita, Rafal Jacobo, que permitió a un grupo especial de operaciones de la policía expulsar a unas 30 familias instaladas frente a las tierras pertenecientes a empresarios agro exportadores, ubicadas a unos 60 kilómetros al sur de Ciudad del Este, en la frontera con el Brasil.
Claro Antonio Báez, uno de los afectados por el desalojo, de rodillas rompió en llanto y realizó una oración en la que, según manifestó, pidió a Dios que se termine con las injusticias en el país. El gesto, que se produjo en medio del procedimiento, lejos estuvo de conmover a los presentes y a la prensa, que hoy se burla en sus titulares de dicha actitud.
El desesperado sin tierra afirmó que solo deseaba un pedazo de tierra donde trabajar y vivir dignamente, al tiempo de señalar que en Paraguay no existe una justicia social, donde unos pocos tienen todo y el resto tiene que sobrevivir en la más absoluta pobreza. El hecho coincidió con la publicación del informe sobre derechos humanos de Amnistía Internacional, que denunció los "extremos niveles de pobreza" de las comunidades indígenas y la operación de patrullas civiles armadas y de la Policía dedicadas a infligir malos tratos a campesinos.
Mientras estos dramáticos sucesos acaecían en el Paraguay real y profundo, el héroe de la izquierda latinoamericana y Obispo de los pobres se divertía dando paseos en motocicleta, aunque no precisamente al estilo de los célebres viajes por Latinoamérica del CHE. Montado en una poderosa máquina de 1300 centímetros cúbicos de última generación, facilitada por un empresario de la moda, el presidente electo-obispo Fernando Lugo, lejos del drama campesino, disfrutaba del motociclismo cual biker del primer mundo, al mejor estilo del ex presidente argentino Carlos Menem en los buenos tiempos de pizza con champagne.
Pocos días antes había departido animadamente, junto a sus acólitos del movimiento Tekojoja, de un agasajo ofrecido en su honor por uno de los principales benefactores de las arcas del citado grupo político durante la campaña presidencial, el embajador norteamericano James Cason, quien sin dudas le proporcionó los nombres de los referentes autorizados por el imperio para ocupar los diferentes ministerios durante su gobierno.
Vale recordar que entre los ministros nombrados hasta ahora sobresalen un militar especializado en las escuelas del golpe del norte, futuro ministro de defensa, y el economista Dionisio Borda, un Domingo Cavallo en versión guaraní, representante de los intereses del Fondo Monetario Internacional. Este último vuelve a ser llamado por presión de la embajada, luego de haberse comportado como un tecnócrata continuista durante el gobierno saliente. Otro de los números puestos del gabinete es el empresario que facilitó al obispo su avión privada para desarrollar su campaña proselitista.
Entre los probables temas de conversación entre nuestro teólogo de la liberación con el embajador de George W. Bush durante la espléndida noche, debieron estar los gratos recuerdos que traen a J. Cason a la memoria su compañero de trabajo en la CIA Epifanio Méndez Fleitas (de quien el obispo es sobrino), quien fuera señalado por el autor de “Inside the Company” (el agente de Langley arrepentido Phillip Agee) como un operativo de la compañía en el Cono Sur.
Paralelamente a sus asuntos con el embajador norteamericano, el obispo ya ha hecho acuerdos con su supuesto archienemigo, el presidente saliente Nicanor Duarte Frutos, para ubicar a un hombre de confianza del Cavallo paraguayo como ministro de Hacienda durante las últimas semanas de su gobierno. En verdad, aunque Borda había abandonado el ministerio unos años atrás, su equipo nunca lo hizo, y la mayoría de sus hombres siguieron incólumes en sus puestos, entre ellos el ministro interino Miguel Gómez.
Recientemente el mismo ministro de los impuestazos pro-prebendarismo Dionisio Borda presentó sus planes económicos repitiendo la misma fraseología con reminiscencias de Bretón Woods que utilizara cuando respondía a Nicanor Duarte Frutos, tales como “seguir creciendo”, “diversificación productiva”, “mejorar la calidad del gasto público”, “disciplina fiscal” y otras tantas coartadas de los organismos de la usura internacional para exigir sacrificios perjudiciales a la democracia económica.
Como era previsible, toda la prensa maccartista que apoyó fervorosamente la “candidatura izquierdista” del obispo Fernando Lugo hoy olvida sus críticas a Borda y cierra filas en contra los campesinos sin tierras, aplaudiendo en primera plana las medidas de fuerza contra el drama arrastrado por el campo paraguayo desde fines del siglo XIX. En ese tiempo el lesseferismo que trajo en su bagaje de ideas la barbarie genocida del colonialismo liberal buscó reemplazar los males del “paternalismo” político propiciando la venta masiva de tierras, redimiendo a los paraguayos de una dictadura para convertirlos en peones explotados y sin tierras.
En tanto cada vez menos población queda en las zonas rurales, donde la agricultura mecanizada que acapara tierra y no crea puestos de trabajo, además de desperdigar letales agrotóxicos a los cuatro vientos, ha.hecho que millones de personas tengan que desplazarse hacia las ciudades. Los que se quedan, luchan a menudo por su supervivencia con apenas tierra o sin tierra que cultivar, con poderosas las fuerzas económicas dominantes aliadas en su contra.
El modelo que agudizó la emigración es el que se busca perpetuar, a pesar de tanta campaña sensiblera en torno a los paraguayos en el extranjero en el que la implicancia de los agroexportadores fue ignorado olímpicamente.
por Luís Agüero Wagner
Si algún incauto pensó que un referente de la iglesia de Roma, emparentado con agentes de la CIA y USAID, cercado de movimientos financiados por la embajada norteamericana, apoyado por la derecha neoliberal y empresarios de la comunicación cuyos negocios florecieron al amparo de una brutal dictadura neo nazi realmente encarnaba un giro hacia la izquierda en Paraguay, es porque padece una aguda necedad que lo hace impermeable a las evidencias.
Basta observar la forma en que los periódicos paraguayos aplauden los desalojos forzados de campesinos sin tierras en el interior del país, omiten toda responsabilidad de los jerarcas de la dictadura en la deformación de la propiedad rural, y cargan con virulencia contra las organizaciones campesinas buscando enfrentarlas con indígenas, dividirlas o desprestigiarlas. Alegremente congratulan hoy la orden dispuesta por el juez en lo Civil de Santa Rita, Rafal Jacobo, que permitió a un grupo especial de operaciones de la policía expulsar a unas 30 familias instaladas frente a las tierras pertenecientes a empresarios agro exportadores, ubicadas a unos 60 kilómetros al sur de Ciudad del Este, en la frontera con el Brasil.
Claro Antonio Báez, uno de los afectados por el desalojo, de rodillas rompió en llanto y realizó una oración en la que, según manifestó, pidió a Dios que se termine con las injusticias en el país. El gesto, que se produjo en medio del procedimiento, lejos estuvo de conmover a los presentes y a la prensa, que hoy se burla en sus titulares de dicha actitud.
El desesperado sin tierra afirmó que solo deseaba un pedazo de tierra donde trabajar y vivir dignamente, al tiempo de señalar que en Paraguay no existe una justicia social, donde unos pocos tienen todo y el resto tiene que sobrevivir en la más absoluta pobreza. El hecho coincidió con la publicación del informe sobre derechos humanos de Amnistía Internacional, que denunció los "extremos niveles de pobreza" de las comunidades indígenas y la operación de patrullas civiles armadas y de la Policía dedicadas a infligir malos tratos a campesinos.
Mientras estos dramáticos sucesos acaecían en el Paraguay real y profundo, el héroe de la izquierda latinoamericana y Obispo de los pobres se divertía dando paseos en motocicleta, aunque no precisamente al estilo de los célebres viajes por Latinoamérica del CHE. Montado en una poderosa máquina de 1300 centímetros cúbicos de última generación, facilitada por un empresario de la moda, el presidente electo-obispo Fernando Lugo, lejos del drama campesino, disfrutaba del motociclismo cual biker del primer mundo, al mejor estilo del ex presidente argentino Carlos Menem en los buenos tiempos de pizza con champagne.
Pocos días antes había departido animadamente, junto a sus acólitos del movimiento Tekojoja, de un agasajo ofrecido en su honor por uno de los principales benefactores de las arcas del citado grupo político durante la campaña presidencial, el embajador norteamericano James Cason, quien sin dudas le proporcionó los nombres de los referentes autorizados por el imperio para ocupar los diferentes ministerios durante su gobierno.
Vale recordar que entre los ministros nombrados hasta ahora sobresalen un militar especializado en las escuelas del golpe del norte, futuro ministro de defensa, y el economista Dionisio Borda, un Domingo Cavallo en versión guaraní, representante de los intereses del Fondo Monetario Internacional. Este último vuelve a ser llamado por presión de la embajada, luego de haberse comportado como un tecnócrata continuista durante el gobierno saliente. Otro de los números puestos del gabinete es el empresario que facilitó al obispo su avión privada para desarrollar su campaña proselitista.
Entre los probables temas de conversación entre nuestro teólogo de la liberación con el embajador de George W. Bush durante la espléndida noche, debieron estar los gratos recuerdos que traen a J. Cason a la memoria su compañero de trabajo en la CIA Epifanio Méndez Fleitas (de quien el obispo es sobrino), quien fuera señalado por el autor de “Inside the Company” (el agente de Langley arrepentido Phillip Agee) como un operativo de la compañía en el Cono Sur.
Paralelamente a sus asuntos con el embajador norteamericano, el obispo ya ha hecho acuerdos con su supuesto archienemigo, el presidente saliente Nicanor Duarte Frutos, para ubicar a un hombre de confianza del Cavallo paraguayo como ministro de Hacienda durante las últimas semanas de su gobierno. En verdad, aunque Borda había abandonado el ministerio unos años atrás, su equipo nunca lo hizo, y la mayoría de sus hombres siguieron incólumes en sus puestos, entre ellos el ministro interino Miguel Gómez.
Recientemente el mismo ministro de los impuestazos pro-prebendarismo Dionisio Borda presentó sus planes económicos repitiendo la misma fraseología con reminiscencias de Bretón Woods que utilizara cuando respondía a Nicanor Duarte Frutos, tales como “seguir creciendo”, “diversificación productiva”, “mejorar la calidad del gasto público”, “disciplina fiscal” y otras tantas coartadas de los organismos de la usura internacional para exigir sacrificios perjudiciales a la democracia económica.
Como era previsible, toda la prensa maccartista que apoyó fervorosamente la “candidatura izquierdista” del obispo Fernando Lugo hoy olvida sus críticas a Borda y cierra filas en contra los campesinos sin tierras, aplaudiendo en primera plana las medidas de fuerza contra el drama arrastrado por el campo paraguayo desde fines del siglo XIX. En ese tiempo el lesseferismo que trajo en su bagaje de ideas la barbarie genocida del colonialismo liberal buscó reemplazar los males del “paternalismo” político propiciando la venta masiva de tierras, redimiendo a los paraguayos de una dictadura para convertirlos en peones explotados y sin tierras.
En tanto cada vez menos población queda en las zonas rurales, donde la agricultura mecanizada que acapara tierra y no crea puestos de trabajo, además de desperdigar letales agrotóxicos a los cuatro vientos, ha.hecho que millones de personas tengan que desplazarse hacia las ciudades. Los que se quedan, luchan a menudo por su supervivencia con apenas tierra o sin tierra que cultivar, con poderosas las fuerzas económicas dominantes aliadas en su contra.
El modelo que agudizó la emigración es el que se busca perpetuar, a pesar de tanta campaña sensiblera en torno a los paraguayos en el extranjero en el que la implicancia de los agroexportadores fue ignorado olímpicamente.
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