martes, 4 de noviembre de 2008

UN AGUJERO EN MI CABEZA

El Abasto es raro, aún para alguien de Buenos Aires, hay allí como un microcosmos, un pliegue de tiempo. Será mi medianía bonaerense la que me impide al salir de la boca del subte, no saber dónde estoy. Igual llevo anotada la dirección exacta en la que está el teatro independiente donde un alumno de literatura que veo los jueves, presenta una obra de realismo argentino de los 90. O de los 80, o 70, da igual. Como dice Martincito, el realismo está agujereado desde hace rato, así que la obra, por mejor representada que esté, seguro será vieja.
Vieja es una palabra fea. Un término que designa lo que cae en desuso, lo que pertenece al pasado. Vieja me voy a poner yo muy pronto. Cuando esta historia promedie, cuando pasen sólo dos años más de rozar todos los días la abyección. Vieja voy a ser cuando me dé cuenta de que esta historia podría ser un buen guión pero no una buena historia para ser vívida. La mayoría de las veces advertimos cosas cuando ya son parte del pasado.
Una buena historia para ser vivida es la que tiene de todo, no la que repite lo mismo, no la que te hace conocer todos los días miserias humanas que no terminan y que, cómo en círculos vuelven a comenzar una y otra vez. Para vivir es necesario un poco de todo, para una novela o un guión esta historia está bien, porque los críticos dirán después algo sobre la incensancia. Me da pena.
-De tanto comer mierda, te termina gustando, dice mi tía Beba como la desclasada que es.

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