lunes, 16 de febrero de 2009

ADICCIÓN A LA VIOLENCIA

Compulsión
por dañar

Ignacio Alvarado Álvarez en @juarez
Lo que parecía imposible, sucedió: Chihuahua ha roto sus mismos parámetros de violencia en el inicio de este año. La secuencia de asesinatos relacionados con el tráfico de drogas subió a más del doble, si se compara estadísticamente con enero de 2008. Al margen de teorías -oficiales o no- sobre quiénes se enfrentan en esta batalla, algunos especialistas comienzan a analizar el comportamiento criminal. Ya sea en Estados Unidos, Colombia o México, el estudio sobre lo que se ha dado en llamar ‘adicción a la violencia’, comienza a arrojar algunas luces a cerca de lo que pudiera dominar la mente de buena parte de los asesinos.
“La violencia se vuelve un modo de vida para determinado grupo de personas cuando sus amigos y compañeros o compañeras los recompensan por esas acciones violentas”, dice por ejemplo Stanley Krippner, profesor del Saybrook Graduate School and Research Center de San Francisco, California. “Si un hombre o la mujer son recompensados para ser crueles, aquel comportamiento probablemente persista. (…) La violencia es reforzada al punto en que el comportamiento violento puede ser considerado como una ‘adicción’, una acción obsesiva y repetidita siempre que la oportunidad se presente”.
Se trata de una visión que no comparten totalmente algunos sociólogos analistas de la violencia ejercida por sujetos de las estructuras del narcotráfico, como la investigadora de la Universidad Autónoma de Baja California, Lilián Paola Ovalle. “Dada la rentabilidad del comercio de drogas ilegales, se puede afirmar que es “racional” -en términos económicos- que los beneficiarios del negocio busquen los mecanismos para asegurar la permanencia y la rentabilidad en sus transacciones económicas. Sin embargo, al ser el narcotráfico una actividad ilegal, el uso de la fuerza y la instrumentalización de la violencia constituyen un medio efectivo para resolver los conflictos y para amedrentar a aquellos que consideren la posibilidad de violar las “reglas del juego”, escribe en uno de sus ensayos académicos, ‘Ajuste de cuentas’, publicado hace un año por la misma universidad.
Sobre la teoría primera, la que busca explicaciones y repercusiones sicológicas a tanto volumen criminal, es que habla el doctor Sergio Rueda, director del Programa Integral de Adicciones del Instituto de Medicina y Tecnología Avanzada de la Conducta.


-Algunos estudiosos del comportamiento humano comienzan a emplear el término ‘adicción’, para explicar parte de la violencia que existe en ciudades o países enteros. ¿Existe la adicción a la violencia? ¿Cuándo puede hablarse de adicción?

-Hay controversia respecto a expander el concepto de adicción a otras áreas; inicialmente, el concepto de adicción se aplicaba a los que ciegamente seguían a un líder, pero en la actualidad la palabra adicción se aplica mayormente al concepto de uso de drogas, que es la interacción de un ser humano con una substancia que le crea cierta sintomatología y cierta dependencia. Sin embargo, en años recientes, ha habido controversia respecto a lo que es adicción, porque se empieza a aplicar a otras áreas que no son las de adicciones a las drogas: hay adicciones a la agresión, al Internet, a las apuestas, es decir, en donde no existe una substancia pero sí un reforzador.

Para estudiar la adicción a la violencia, hay que estudiar la adicción a la agresión. Una agresión es el intento volitivo de dañar a una persona física o mentalmente, aunque también puede ser una agresión instrumental en la que yo no daño directamente a la persona, pero obtengo un beneficio si esa persona es torturada o sufre dolor, y eso se lograría, por ejemplo, suspendiéndole algún tipo de apoyo.

En el tema de la agresión es muy importante comprender cómo actúa la agresión a nivel neurofisiológico. Estudios recientes de la inteligencia emocional han encontrado que existen mecanismos que me crean estados alterados de conciencia; esto significa que el ser humano reacciona violentamente bajo un estado alterado. Un estado alterado de conciencia, que es un estado similar al estado de hipnosis de los transes religiosos, en los que sugestibilidad y los procesos inconcientes tienen su salida. Por ejemplo, yo no cometería un acto violatorio a la moral bajo un estado normal. Sin embargo, si yo me tomo unas copas o estoy en un grupo religioso o un líder me da una idea respecto a algo, es altamente probable que yo acepte ser agresivo.

Si una orden extraordinaria sobreviene en un estado de conciencia normal, difícilmente tendrá efecto, pero si esa misma orden se dicta a una persona bajo un estado de conciencia alterado y la instrucción es congruente con mis propios deseos de dañar a alguien, lo va a hacer. Uno de los elementos muy importantes dentro de la agresividad es considerar que eso ocurre bajo un estado alterado de conciencia, y este estado alterado de conciencia puede estar influido por el consumo de las drogas. Por ejemplo, se sabe que el 75 por ciento de los crímenes que se cometen en el estado de Chihuahua son causados por persona que consumieron alguna substancia.

La agresión, por sí, es un concepto que puede definirse como la cronicidad hacia ciertas substancias hormonales. Un ejemplo de ello puede ser el corredor de la mañana. Un corredor de la mañana comienza a hacerse crónico a la corrida porque tiene endorfinas naturales que si no las tiene en la mañana y no corre no se siente a gusto. Entonces, ya el modelo de adicción sí puede aplicarse a la agresión.

Hay seres humanos que en dado momento al estar reaccionando constantemente ante estados alterados de conciencia de manera agresiva se convierte en una adicción. La agresión tiene qué ver contra la manifestación de mi yo: ‘yo me afirmo como ser humano cuando soy agresivo’. Incluso hay hormonas, como la cortisona y la lactosa que producen un estado de reacción de ataque en el que hay dilatación de la pupila, alteraciones en el metabolismo de la hipertensión, hay más azúcar y anticoagulantes para si yo me peleo, sanar más rápidamente, y esas hormonas me producen una seguridad.


EFECTO LUCIFER
-Una adicción es una condición individual, pero qué efectos tiene cuándo los adictos viven dentro de una colectividad.

-Ahorita nosotros estamos experimentando lo que un autor famoso, Philip Zimbardo, llamó El efecto lucifer. En el efecto lucifer se sabe que las personas, bajo unas circunstancias ambientales de agresividad tienden a ser más agresivos, y cuando las personas tienen problemas de autoestima, con déficits económicos, de uso de drogas, de familias desintegradas, un déficit terrible, pueden provocar lo que nosotros llamamos una ‘autoestima por demonización’ en la que yo hago actos violentos para reivindicarme, y esos actos violentos pueden ser asesinatos, agresiones a la familia, violaciones; pero estas cuestiones deficitarias son proporcionales al nivel de agresividad: entre mayor déficit tenga mi personalidad, más altamente probable es que yo sea una persona agresiva.

Esas agresiones están conectadas con factores ambientales, sociales y biológicos. Puede haber una predisposición biológica de familia que tiene cierta conformación a ser agresiva; familias que en términos ambientales aprendieron la agresión en el hogar, en el que el esposo golpeaba a la esposa, que incluso la torturaba, golpeaba a los hijos; en ese momento el mapa social del niño, el mapa mental, neurológico, es vandalizado y se incorporan elementos de agresión de manera permanente que ya pasan a formar parte de las cuestiones de su mapa mental. Entonces, a los 14 años el niño tiene todo el campo de cultivo dentro de una sociedad en donde fue maltratado, y va a ser agresivo. Es una persona altamente vulnerable para que alguien lo contrate y bajo órdenes de una persona superior, llegue a cometer algún crimen.


-Puede abundar más, sobre el aspecto de la pobreza.
-Una persona que tiene un salario mínimo o que no tiene ningún salario, que está en las drogas, el hecho de armarles cierto poder y darle herramientas como un arma, dinero, un auto, pueden ser herramientas para cubrir ese déficit que tienen de una manera negativa llamada ‘autoestima por demonización’, y unirse a un grupo en donde bajo las órdenes de un superior se produce el efecto lucifer, que es en el que las personas pueden ser obedientes en ciertas posiciones donde se les ordena y en donde hay violencia y una ambientación para ser agresivos, y esta cronicidad, estas hormonas permanentes de atención de hipervigilancia de agresión, se convierten en reforzadores en sí mismos, y demanda ciertas salidas compulsivas.

De aquí ya podemos decir que sí se cuenta con los elementos de que somos adictos a una conducta constante, como el corredor, como la persona compulsiva en las apuestas, y estas son situaciones en las que a la persona se le facilitará todo eso.

Desde el punto de vista ambiental sabemos que las ciudades con mayores poblaciones, son poblaciones en las que se incrementa geométricamente la ansiedad, el estrés. Si el estrés si incrementa aritméticamente, de uno en uno (uno, dos, tres, cuatro…), la agresividad se va a incrementar aritméticamente de dos, cuatro, seis, ¿por qué razón?, entre más población existe, las personas se vuelven más individualistas, nos volvemos más autodefensivos.

Ya han cambiado mucho las estructuras sociales, familiares en México; desde el momento en que la madre se incorpora al proceso laboral, ya no existe una autoestima biológica, el niño ya no cuenta con las herramientas para un crecimiento mental sano, porque lo que da la estructura es el modelaje, el niño ya no interactúa con el papá, ya no interactúa con la mamá.

La alta densidad de flujos migratorios, la pobreza, la condición de miseria en que se vive, hacen que el individuo esté en un estado de vulnerabilidad que lo vuelven más proclive a la agresividad. Y a esto hay que añadirle los sedativos. Los sedativos como las drogas, es más probable que nos liberen los sentimientos de represión que tenemos contra la sociedad y que busquemos reivindicarnos mediante actos agresivos y podamos atacar, meternos al crimen organizado como una especie de venganza por la opresión que estamos sufriendo.

Esto desde luego tiene elementos mucho más complejos, pero en ciudades como Tijuana, que tiene un alto nivel de violación, crecimiento poblacional desordenado, tenemos una sociedad que será más altamente estresante y más altamente agresiva.

EL INFIERNO SOCIAL
-Ahora bien, ¿hay manera tangible de medir todo esto que afirma? ¿Cuáles son los efectos inmediatos de este ‘efecto lucifer’?

-Sí, desde luego. Los índices de criminalidad van a ser mucho más altos, los índices de violencia son mucho más altos en este tipo de sociedades.

Hay otro rubro, que es la violencia producida por las instituciones. Cuando las instituciones reguladoras de la conducta humana a través de reglas, a través de leyes, no se aplican uniformemente, no hay los reforzadores adecuados para disminuir las conductas sociales de criminalidad.

Se ha manejado el concepto punitivo para controlar la criminalidad en México: ‘vamos a sacarle el demonio a las personas mediante la tortura o el encarcelamiento’, y se ha visto que estos aspectos en lugar de disminuir la violencia, la está perpetuando. El individuo que se ve agredido o vulnerable ante las autoridades, se empieza a crear cuestiones filosóficas sobre su identidad personal en donde el enemigo es la policía, la autoridad, y al mismo tiempo comenzamos a atacar a estas personas -como podemos atacar a nuestros familiares- en un afán para reivindicar la seguridad que necesitan.

A parte, nuestro sistema legal y nuestro sistema gubernamental, al no resolver casos de criminalidad, no logra los reforzadores requeridos para mantener el control. Existe lo que llamamos impunidad, en el que la persona siente que se ha quedado sola, sin aplicaciones de leyes ni reforzadores adecuados de justicia, y comete crímenes. Nosotros tenemos la tendencia hacia la maldad de una manera potenciada. No hay qué olvidar que nosotros, desde el punto de vista evolutivo, somos animales que todavía competimos agresivamente por el bienestar y somos capaces de llegar a matar para lograr bienestar, para poder comer. Desgraciadamente en el ser humano la conciencia no vino precisamente a hacernos seres menos violentos, sino a potenciar nuestras agresiones contra otro ser humano.

[En 1971, Philip Zimbardo llevó a la práctica un experimento en la Universidad de Stanford. Se contrató a personas sanas, a quienes se dijo que irían a una cárcel y unos adoptarían el rol de prisioneros y otros de guardias y jefes de la prisión. Zimbardo fungió como director de la prisión. Al implantárseles reglas, se les creó una ambientación violenta, agresiva, que llegaron a niveles tan graves de violencia y de maldad que se encontró que personas completamente sanas colocaron bolsas en las cabezas de los prisioneros para asfixiarlos, torturarlos, insultarlos, encadenarlos, al grado que Zimbardo tuvo que suspender el experimento por lo peligroso que resultó. La gente se estaba solazando en su maldad. En eso consistió El efecto lucifer].

DEMONIZACIÓN
-Qué es lo que establece la diferencia entre quienes ejercen o no la violencia.

-Lo que sucede es que estamos en un período optativo social al efecto lucifer. Está surgiendo un grupo de personas que se están identificando mutuamente bajo las órdenes de otras personas, y al estar en esta autoidentidad de personas que practican la maldad, se crean grupos sociales bajo un estado alterado de conciencia, y bajo esa circunstancia tienen a una persona que les está ordenando.

Stanley Milgram, precisamente, en el 61, escribe un libro que se llama ‘Los peligros de la obediencia’, y se dio cuenta que cuando un grupo se junta y encuentra una identidad, lo que se llama la autoestima por demonización, en el que los actos de crimen o de tortura se convierte en la identidad de todo el grupo, este grupo estará en condiciones de matar a cualquiera.

Cuando se crea toda esta ambientación, de tal nivel de inseguridad, el animal humano tiende a sentirse altamente vulnerable; nuestra primer reacción ante el miedo es la paralización conductual. Este grupo de personas pasivas trae ahorita un conflicto interno porque es tan poderoso el estímulo violento y la no resolución de la violencia, que nos sentimos altamente vulnerables. Cuando la persona siente que no tiene control, no hace nada. Una vez que el humano se habitúa a la violencia, su capacidad de sobrevivencia lo llevará a actuar se manera similar: puede tomar un arma y emplearla contra los demás.


-Un sicario, un mercenario, ¿mata por adicción?
-Hay dos factores en esto: cuando uno contrata a personal para un puesto administrativo en una empresa yo me busco un perfil. Obviamente que en este caso de la criminalidad, las personas que se encuentran dentro de este tipo de trabajo, tienen un perfil de personalidad ya determinado, es altamente probable que hayan tenido problemas de violencia intrafamiliar, que puedan tener trastorno de personalidad (de personalidad sociópata, psicótica) y que se les facilite el proceso de llegar a convertirse en exterminador, ya por daño neurológico, que se convierte en crónica agresividad, y se cae en un estado similar al de las parafilias sexuales, que mutilan o torturan a la víctima para obtener una satisfacción sexual. En este caso, estas explosiones de estados alterados de conciencia, les impide una racionalización por el mecanismo neurofisiológico y cognitivo de la agresión. La naturaleza nos proveyó con un mecanismo en el que yo tengo que filtrar todo lo positivo y visualmente centrarme en lo negativo. Es como el boxeador: yo estoy en el ring, y a partir del momento en que yo me paro en el ring, nada más estoy observando el movimiento del otro para ver en qué momento ataco. Esto pasa con la persona agresiva: solamente percibe los estímulos negativos de la sociedad, a nivel individual, a nivel familiar, y esta cronicidad y este acto agresivo, desafortunadamente, no va a la parte pensante.


AGRESIVIDAD EN CASCADA
-¿Ocurre un proceso cerebral dentro del individuo, cuál es, cómo lo describe?

-Yo percibo a la persona que considero mi enemigo o que ya crónicamente quiero dañar. La información llega a la vista y de la vista se va al hipotálamo, que es la parte central de las emociones. Descubrieron los neurofisiólogos, que en lugar de irse a la parte neurocortical que está más lejana, se va a la amígdala, entonces hay una reacción en cascada de hormonas de agresión antes de que yo piense. Por ello, eso de ‘contar hasta 10’ no funciona, porque una vez que se hace crónico, yo puedo estar violentando un evento que vaya en contra de mi condición física, de mis intereses e inmediatamente ataco.

La otra parte de la agresión ocurre cuando un líder, a través de órdenes precisas y de autoridad y mucho poder, convence al otro de cometer actos inmorales, y es el peligro de la obediencia.

[En 1961, Stanley Milgram llevó a cabo un estudio para sustentar su tesis sobre la obediencia: recurrió a dos personas –un estudiante y un profesor-, y cuando el estudiante no obedecía las órdenes del otro, se le aplicaba un electroshock hasta casi matarlo. Llegó el momento en el que la otra persona tenía tanto poder sobre ella, que era capaz de llegar a 500 voltios y matar a la víctima. Esa capacidad de infligir daño hasta provocar la muerte fue la misma en aquellos que asumieron el rol de torturadores, así se tratara de sacerdotes o catedráticos. Es decir, cuando se crea una percepción negativa del otro ser humano, se es capaz de cometer cualquier tipo de crimen. Eso es lo que demostró Milgram con su experimento]

PEQUEÑOS DIOSES
-El que ordena, ¿es también un adicto a la violencia?

-Absolutamente. El acto y moral de ejecución le da un nivel de poder. El poder es algo que muy pocos seres humanos saben procesar. Hay personas que llegan al poder del dinero y se vuelven adictos al dinero e igual pasa con el crimen, porque este poder de poder los lleva a niveles tan altos que pierden conciencia de lo que están haciendo. Una vez que al ser humano se le coloca en una posición en la que se cree un pequeño Dios, pierde el control absoluto.

-¿Se les puede contener?

-El sociópata ya no tiene miedo al shock eléctrico. A la persona que está desestabilizada, y principalmente si trae rasgos psicópatas, le pueden conectar electrodos y amenazarlos con matarlos y no tendrá reacciones visearles. Son personas frías y calculadoras que ya aplanaron la cuestión de culpabilidad en todos los aspectos. Ya no le importa si es detenido por alguna autoridad o grupo contrario. Por eso la cuestión punitiva no funciona: lo pueden meter a la cárcel, amenazarlos con la muerte y no pasará absolutamente nada.


-Un sicario puede matar a 20 o 50 personas, porqué no se le considera un asesino en serie, dentro de los términos de la sicología.

-Un asesino seriado se asocia más a crímenes de carácter sexual, en el que la persona adquiere satisfacción a través de un ritual, al que se llama asesinato erótico, y este ritual es compulsivo y lo tiene qué estar realizando. En el caso de un sicario, que puede matar a 10 o 20 personas, puede ser un individuo completamente normal. Una persona a la que ya se le socializó y trabaja a veces bajo las órdenes y obediencia de una persona de mayor autoridad, que le da más reforzadores que le mejoran la autoestima, es capaz de matar no solamente a 10 o 20 personas, sino a 20 o 50 mil individuos. Una vez que perdieron el control de la personalidad, estos sujetos son capaces de cometer cualquier cosa: ya no hay conciencia sobre las personas a quienes están matando, y esto se ha observado mucho en las conciencias colectivas de los terroristas.

Cuando un grupo se une y ese grupo socializa una filosofía bajo un estado alterado de conciencia –y eso pueden ser drogas o la obediencia hacia una persona poderosa o la autoridad, con reforzadores primarios de dinero, de posesiones- las personas de este grupo generan una autoestima grupal que puede llevarlos a consumar este tipo de conductas criminales.

-Cuando hace referencia a la ‘socialización’ que ya experimentaron estos sujetos, ¿significa que son personas sicológicamente sanas?

-Sí se trata de individuos sin trastornos pueden socializar perfectamente con cualquier persona. Eso es correcto. La subpersonalidad se ha estudiado muy poco, pero nosotros creamos subpersonalidad para enfrenarnos a nuestro medio ambiente. Eso lo vemos en la personalidad múltiple: una persona puede ejercer la prostitución por la noche y de día puede ser una persona altamente religiosa. No llegando a esos extremos, nosotros podemos disociar y en dado momento crear una personalidad que hace todos los actos inmorales y una subpersonalidad que me protege y mantiene mi integridad y me mantengo funcional socialmente.

-Y qué pasa cuando hay mutilaciones, tortura…

-Hay dos aspectos: en el experimento de la prisión de Stanford se descubrió que conforme pasaban los días, el nivel de agresión y sofisticación de las agresiones, crecía. Parece ser que eso es innato a la tendencia humana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena aportación,me ayudaste demaciado a mi tarea sobre violencia y adicción, aparte de ser un tema que al leerlo te captura por completo por tantos procesos por los que pasa esta problematica y pues me parece interesante y aterrador pensar como puede seguir creciendo esta ola de violencia y prevenirla desde la infancía, ya que tu aporte nos muestra que nosotros como chavos, futuros padres tenemos la conciencia para salvar a nuestras futuras generaciones de no caer en un mundo sin conciencia ni control enseñar a valorar la vida como a los seres vivos, para encontrar una felicidad interna y no morir en vida como me parece que viven estas personas. (viven para morir)