lunes, 1 de noviembre de 2010

TESTIMONIOS
por Crisitina Escofet*

I.
Escucho azorada la misa desde la catedral,y el corazón se atenaza. El Ku Kux Klan no puede sino intentar poner de rodillas a un pueblo que no tiene ganas de rezar ya de ese modo, porque aprendió a rezar de pie.
Escucho cosas tales como que "Dios se enamoró de su alma para que el mal no se apoderase de su cerebro". Y esgrimiendo el disfraz de los inquisidores llama a que la presidenta encuentre la cordura en su camino.
Vuelvo a tener miedo.
Un miedo que en este país no se va nunca. Porque los dueños del miedo no pueden construir sino desde ése, su botín.
El pueblo marcha de a pie. Con tristeza, pero con amor. Como marcharé dentro de pocos minutos juntos a mis seres queridos. Un proverbio africano dice:" si la palabra te enferma, el silencio te curará." Qué pena que en la casa de Dios no se haya decretado día del Silencio Nacional.
Escribo esto llorando. Cuánta fuerza habrá que tener para sostener la que se viene.





II.

Acabo de venir de la Casa Rosada. Con mi amigo Alberto, sosteniéndonos en la conciencia de que debíamos como pueblo, como ciudadanos, estar allí, despidiendo a un líder latinoamericano.
No me borraré jamás la foto. El féretro cerrado, austero, cubierto por nuestra bandera; atrás, pequeña como una mujer acorralada a punto de saltar en cualquier momento, una Cristina Kirschner, tras sus gafas negras, a su lado sus hijos, como partes de un mismo cuerpo.Y ella, la vista clavada en nosotros, las ramas de un inmenso arbol.que desfilábamos. Algunos desgarraban un grito de dolor. Otros un fuerza Cristina, los más deslizáandose en un silencio sostenido de emociones y a la vez liberador. A nuestra salida, los aplausos de los que ingresaban a los que salíamos, como si el haber pasado por allí hubiese cumplimentado un rito de iniciación. El de la lealtad. Alberto, mi amigo, comenzó a desplomarse. No menos de tres personas del equipo médico estuvieron allí. Luego se recompuso. Caminamos las cuadras
de la salida, como si hubiésemos atravesado las estaciones del Via Crucis. Cuadras y cuadras de cola como una espiral al infinito atestiguaban que el amor, es un ejercicio que construye individual y colectivamente.
Lo que no manifiesta no es, decía Hegel. Y el pueblo es y la calle es. Anoche en esa abigarrada plaza de banderas, y de tristeza y bronca a ritmo de bombos y estribillos. Hoy en la voluntad del presente. Y como signos de la historia: las pancartas, los carteles, las leyendas, las ofrendas. Todas manifestaciones de lo que ES.
Ahora en mi casa, escribo esto. Segura de que Cristina como el Ave Fénix también lanzará un grito y volará muy alto.
Quería compartirlo, con quienes estuvieron como yo, y con quienes no han podido estar allí.
beso enorme
Cris


Cristina Escofet
Profesora en Filosofía, escritora, dramaturga, guionista, investigadora en temas de género.

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