miércoles, 9 de mayo de 2007

Último día de la víctima

Ficha técnica (con algunos comentarios)

Título: La noche del Sr. Lazarescu (en realidad: “La muerte del Sr. Lazarescu)
Título Original: Moartea domnului Lazarescu
Género: Comedia (esto no es una comedia, hasta los nombres emulan a la Tragedia)
Direccion: Cristi Puiu
Guión Cristi Puiu, Razvan Radulescu
Elenco: Ion Fuscuteanu, Luminita Gheorghiu, Gabriel Spahiu, Doru Ana, Dana Dogaru

Sinopsis: Una noche el señor Lazarescu empieza a sentirse mal. Llega la ambulancia y comienza la odisea: un interminable viaje por diversos hospitales, cada uno de los cuales le da un diagnóstico diferente. Mientras tanto, su salud empeora cada vez más.

Dante Remus Lazarescu es víctima de la humillación implícita del capitalismo (en este caso rumano) pero que bien podría ser transferible a cualquier país. El film plantea la última noche de vida del Sr. Lazarescu y, a juzgar por su plano final, siento inconcebible la decisión de desvirtuar el nombre de tamaña manera: teniendo en cuenta, entonces, la imagen final del film, es ridículo por parte del sistema de distribución local cambiar un título que le da sentido a la obra. “La MUERTE del Sr. Lazarescu” no es lo mismo que “La NOCHE del Sr. Lazarescu”. El rumano Cristi Puiu, a concebido una verdadera obra cinematográfica, de una sutileza y perfección notable, una obra que no puede siquiera resignar su título original que forma parte de la articulación gestada por el director para redimir a un protagonista que, en contrapartida a la humillación recibida en la trama, culmina el film dignificado. El último suspiro de Dante Remus Lazarescu es la tan esperada dignidad que mereció y no obtuvo durante la mayor parte del film. Ni una queja, ni un ruido, ni siquiera un suspiro exacerbado… una dulce y misteriosa paz en el cuerpo y en el alma de un ser humano cuyo Ser, justamente, pasará a esa instancia que tantas veces retrató el cine pero que nunca pudo ni podrá percibir más allá de lo estrictamente material: LA MUERTE.

Y si el film evade ese instante (pareciera ser el corte a negro, donde en poco comenzarán a rodar los créditos finales, el momento preciso del fin… del fin de un hombre y de su historia) es porque importa poco ya lo que suceda, y dejar al Sr. Lazarescu sólo con su propia muerte, con esa situación o sitio único e intransferible, es también una forma de dignidad humana. Lo que no es en efecto para nada dignificante es la soledad de Dante. Por momentos, al inicio del film, uno siente cierto alivio con su malestar (que hasta el momento parece sólo un dolor pasajero producto de un par de copas de más), porque al menos le deparará un par de compañías, al menos la mínima comunicación con el mundo exterior que hasta ese momento está vedado al espectador, ya que todo transcurre dentro de las paredes de su mohoso departamento, acompañado de sus gatos. Pero al poco de su primer contacto con el exterior uno se empieza a sentir incómodo, y aquello que al principio pareció cómico empieza a transformarse cada vez más. No faltará nadie que le haga notar que ha bebido de más y que debería dejar hacerlo. –“Yo pago lo que bebo” había dicho Lazarescu minutos atrás en una comunicación telefónica con su hermana que vive lejos. Y hay allí también una dignidad que poco a poco es castigada por el entorno, que se contenta y se despliega con mayor facilidad dentro del sistema social. Si Lazarescu no es un héroe es porque el thanatos no se nos presenta en forma material al final de la odisea, pero no por ser borracho; y el hecho de que justamente Lazarescu sea un marginal y que su soledad y su supuesto alcoholismo lo haya llevado a ser menospreciado por el sistema de sanidad estatal, es ni más ni menos, lo que lo transforma en un héroe para el espectador.

Cristi Puiu articula la trama a partir de un registro de cámara en mano cuya pulsión se apacigua cada vez más a medida que avanza el relato. Y esto se hace evidente si se tienen en cuenta uno de los primeros planos del film (el que lo tiene al Sr. Lazarescu sentado en su cama junto a sus gatos) y el ultimo plano (acostado en la camilla, esperando la muerte); ambos en plano general. La pulsión interna de la cámara en mano es mucho más evidente al comienzo, lo que causa cierta tensión que, honestamente, en un principio me resultó sospechosa, pero no tardará el director en demostrar que sabe utilizar el recurso sin abusar de él, apoyándose en un montaje certero y austero. Las escenas son filmadas en pocos planos y es evidente la decisión de utilizar el plano secuencia como elemento narrativo, en perfecta simbiosis con planos fijos (no del todo, claro está, estamos hablando de cámara en mano) en donde se desarrollan con precisión quirúrgica los desplazamiento de los personajes dentro del mismo. Y si hay algo que aleja al film de los principios estéticos del dogma, es justamente el resultado final. La utilización de la luz, del encuadre, el diseño de arte y vestuario suponen ciertos principios cinematográficos que no tienen nada que ver con el dogma. No es cuestión de pensar que todo film hecho en mano es dogma…

Realmente aquí también lo que importa y prevalece son las interpretaciones, pero esto se debe a que el realizador reunió a un excelente elenco con el que supo trabajar, sin descuidar por esto el concepto estético del film que, si bien es austero, nunca se acerca siquiera a la desprolijidad.

El tratamiento sonoro es tan notable que pasa perfectamente desapercibido, hay en su diseño y naturaleza un sentido de realismo sorprendente. La música (que funciona evidentemente por contraste) sólo aparece en los créditos iniciales y finales. El resto será diégesis pura, con una sutileza que denota la bondad de su proceso creativo.

Y todo esto no es menor, ni mero tecnicismo si se tiene en cuenta lo que se propone contar. Cristi Puiu con “La Muerte del Sr. Lazarescu” demuestra que los dos universos más importantes del cine comienzan con “p”: Política y Poética, pero ambos desde un sentido mucho más primitivo del que podrían denotar en la intoxicación del Siglo XXI. Hay mucho por decir y muchas formas de decirlo… y la sensibilidad artística puede lograr de esa ardua tarea, una obra maestra.

El Sr. Lazarescu nos sube en su ambulancia y nos pasea por cuatro hospitales que (a causa de un accidente masivo en la autopista) se encuentran atestados y no tienen tiempo para un viejo solitario y borrachón que poca utilidad puede tener dentro del sistema social. Sus fuerzas se irán reduciendo poco a poco, su sentido del humor y su buen ánimo se transformará poco a poco en queja y reclamo y, más tarde, en resignación. La misma resignación de la enfermera que lo acompaña en la odisea, junto a nosotros, porque Puiu le devuelve la dignidad también en esto, resumiendo de algún modo lo dicho sobre forma y contenido, los planos secuencia en ambulancia y hospitales, nos ponen en la inevitable situación de acompañamiento, el punto de vista elegido será evidente… político y poético. Como cura de la soledad de un viejo que defiende su dignidad incluso negándose a ser intervenido quirúrgicamente, como prefiriendo que, ese novato que sólo ha aprendido a hacer notar que su rango es superior al de una enfermera y que se hace llama doctor, no lo toque por más que eso le depare la muerte. –“Extirparle el tumor para que no muera esta noche, y pueda vivir un poco más hasta morir de cáncer”, había sido el consejo del doctor del hospital anterior. Lo que en principio parecía una simple jaqueca producto de la resaca y un ataque de hígado producto de una borrachera, terminarán siendo un tumor cerebral y cáncer terminales, diagnosticados ambos menos por pericia médica que por la noble constancia de la enfermera de turno que lo acompañará incondicionalmente en la ambulancia. Llegará finalmente a manos de una doctora que prefiera demostrar su oficio simplemente haciendo bien su trabajo, pero será demasiado tarde… y me pregunto quién cuidará de sus gatos.

En medio del delirio, cuando el tumor comienza a ganar cada vez más partes del cerebro, ya no hay tiempo que esperar, la situación era evitable si se tienen en cuenta las casi ocho horas desde que la ambulancia llegó a su departamento hasta que, al fin y al cabo, resuelvan operarlo. Pero lo realmente interesante, duro y conmovedor del relato radica en la articulación del director del film, subrayando un guión implacable desde las grandes interpretaciones dramáticas y la armonía de una puesta en escena sutil dentro de una estética austera. Con esto Puiu escribe sobre su film pero con tanta sutileza y rigor a su vez, que las connotaciones se abren en varias direcciones y no logran otra cosa que la entrega total hacia el film y la reflexión una vez terminado. Los médicos en el film (en un 90 por ciento) son absolutamente detestables, pero lo inteligente, es que no dejan de ser víctimas más allá de eso. Tan víctimas como Dante, el sistema los ha corrompido y anestesiado, en medio de la desidia imperante en su accionar, múltiples camillas de accidentados desfilan por pasillos y quirófanos que no están preparados para satisfacer la demanda. Estado y Sociedad, en “La Muerte del Sr. Lazarescu” son cuestionados a partir del Individuo, del “personaje”. Con la fuerza que desde hace más de 110 años el cine se muestra capaz de generar… y siempre es bienvenido que un director tome cuenta de ello.

Román Cárdenas,
para FOTOGRAMA24, la revista online del CIC.

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