
Por Juan Cruz para el País.
El escritor mexicano inaugura hoy en Madrid el Coloquio internacional del bicentenario de la independencia de las colonias hispanoamericanas. Acaba de llegar de la República Checa, de visitar la biblioteca del Instituto Cervantes que lleva su nombre. Allí rememoró un extraordinario viaje que realizó a Praga, cuando la primavera, hace cuarenta años. Le acompañaron sus amigos Cortázar y García Márquez. Y les recibió Kundera con una ducha de agua fría. Literalmente.
Carlos Fuentes, el novelista mexicano que nació en Panamá, está a punto de cumplir 79 años y nadie lo diría. Esta noche abre en Madrid un coloquio sobre el bicentenario de las independencias de Hispanoamérica, organizado por la Cátedra Cortázar, que él, García Márquez y otros montaron para que nadie se olvidara del gran cronopio. Fuentes viene ahora de Praga, de una visita que hace dos años tuvo que suspender. Allí, el Instituto Cervantes le ha dedicado su biblioteca, que en su día inauguraron don Felipe y doña Letizia. Doña Letizia, por cierto, fue su entrevistadora cuando a Fuentes le dieron el Príncipe de Asturias, hace 14 años. Ahora, el escritor ha ido a la capital checa y allí ha rememorado una historia que empieza siendo kafkiana.
Pregunta. ¡Cómo sería aquello!
Respuesta. Se había producido la invasión soviética, en agosto del 68. Y la Unión de Escritores nos invitó allí, a Cortázar, a Gabo, a mí mismo. ¡Como si no hubiera pasado nada!
P. Y fueron en tren.
R. Para contento de Julio, que se pasó la noche contándonos las novelas en las que aparecen trenes, desde Tolstói a Agatha Christie... Ya habían estado allí, en otoño, Sartre, Simone de Beauvoir, Günter Grass... Y nosotros llegamos en diciembre.
P. Les recibió Milan Kundera.
R. Alarmadísimo. "¡No se crean nada, quiero contarles lo que ocurrió!" ¡Y nos lo contó en una sauna! Era el único sitio donde se podía hablar sin que te oyeran. Cortázar no fue. "¡Soy demasiado alto para saunas!".
P. Y allí les contó.
Respuesta. Se había producido la invasión soviética, en agosto del 68. Y la Unión de Escritores nos invitó allí, a Cortázar, a Gabo, a mí mismo. ¡Como si no hubiera pasado nada!
P. Y fueron en tren.
R. Para contento de Julio, que se pasó la noche contándonos las novelas en las que aparecen trenes, desde Tolstói a Agatha Christie... Ya habían estado allí, en otoño, Sartre, Simone de Beauvoir, Günter Grass... Y nosotros llegamos en diciembre.
P. Les recibió Milan Kundera.
R. Alarmadísimo. "¡No se crean nada, quiero contarles lo que ocurrió!" ¡Y nos lo contó en una sauna! Era el único sitio donde se podía hablar sin que te oyeran. Cortázar no fue. "¡Soy demasiado alto para saunas!".
P. Y allí les contó.
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