viernes, 22 de junio de 2007

"Tortura: ni arte ni cultura"

Por Federico Maggiore



Ayer me encontré con una nota sorprendente, aunque debo confesarlo...: no me sorprendió demasiado. De todos modos, frente a semejante noticia, no pude más que ir en busca de mi diccionario, y detenerme en la palabra Animal. Allí comprobé –aunque dudas no tenía– que los Toros también son animales aunque el congreso español votó una Ley que exime a los toros del Proyecto de Ley del bienestar animal”.

Para seres como yo, las corridas de toros nunca han sido un deporte, tampoco un espectáculo: sólo fueron y son simples matanzas donde Vándalos (entendiendo por Vándalos a aquella antigua tribu germánica que invadió España y África allá por el Siglo V), y adultos tarados –como calificara hace poco Fernando Vallejo el fútbol–, menos que simios, macacos imbéciles, subnormales (tal como el insulto español de cabecera), mequetrefes ignorantes, torpes, cretinos, majaderos.

Todas las organizaciones mundiales de Derechos de los Animales se oponen a este tipo de crímenes, también la UNESCO.

La conciencia por la vida se debe únicamente a una ética inquebrantable. Para un Vegano como yo, el homicidio es indistinto en seres humanos y animales; es homicidio, crimen, atentado; y en este caso, conlleva una vitoreada y necia dosis de tortura, angustia y dolor.

Por todo ello, siempre me he sentido feliz al ver cuando –como algo fuera de lo normal–, la televisión mostraba cómo un Toro había tomado sana venganza pudiendo asestar a su verdugo provocándole importantes heridas o incluso la muerte. El alma recibía una intensa lluvia liberadora, y me convertía en alguien más salvaje por esa alegría, y hasta incluso más jovial..., Feliz.

Quiero recordar lo que ¿gloria? significa para un torero:
El torero (asesino de animales legalizado con armas) corta ambas orejas del Toro, y se pasea victorioso, bajo los aplausos de un público ignorante. Pero, quiero manifestar que, en este caso, la ignorancia no los exime de asesinos.
La ignorancia es un modo solapado del mal, y generalmente es excusable; y estoy harto de que lo sea.

Ernest Hemingway, el mismo Hemingway que amaba la caza casi por aburrimiento, quien escribiera, entre otros textos ‘Muerte en la Tarde’, dijo sobre las corridas de Toros en dicha novela: “Desde un punto de vista moral moderno, es decir, cristiano, la corrida es completamente indefendible; hay siempre en ella crueldad, peligro, buscado o azaroso, y muerte”. No es la mejor definición, tampoco el mejor ejemplo, pero sí tiene valor, y es un valor ético, porque ese Hemingway que estuvo fascinado con esta matanza desde su juventud, el mismo que instalado en África salía de cacería, pudo advertir y diferenciar la Cultura de lo salvajemente atroz e innecesario, es decir que cuando un Ser sufre, agoniza y finalmente muere, se pierde la categoría de espectáculo cultural, porque la Cultura no puede ni debe depender para su realización de la tortura y el homicidio de los Seres.

De más está decir que el Animal no elige estar allí, perturbado, agobiado, asustado; por lo tanto, tampoco puede llamársele deporte. Debo confesar que yo también considero nefasto el Polo, el Pato, y todo aquello que vestido de ‘deporte’ somete al animal a caprichos del Ser Humano. Por supuesto, no acudo a zoológicos, ni parques temáticos, ni oceanarios, ni circos ni nada parecido donde el Animal esté privado de su Libertad.

Para aquellos que desconocen en qué condiciones llega el Toro a la arena (yo también lo desconocí durante 22 años): el día anterior es sometido a distintas torturas como golpes en los riñones, testículos, y contaminan el agua que le ofrecen a beber con determinados líquidos para producirle diarrea; lo mantienen a oscuras durante largas horas, y le colocan grasa en los ojos para entorpecer su visión, entre otras cosas, claro.



La UNESCO, en 1980, dijo: "La tauromaquia es el malhadado y venal arte de torturar y matar animales en público y según unas reglas. Traumatiza a los niños y a los adultos sensibles. Agrava el estado de los neurópatas atraídos por estos espectáculos. Desnaturaliza la relación entre el hombre y el animal. En ello, constituye un desafío mayor a la moral, la educación, la ciencia y la cultura".

Por todo ello, entonces:

“No nos detendremos hasta la abolición de esta masacre”.

“Sólo un sádico puede disfrutar con el sufrimiento ajeno: Para divertirse no hace falta la tortura”.

“Tortura: ni arte ni cultura”.

“La inteligencia criminal siempre asesina la inocencia animal”.

e-links:

Diez razones para terminar con las corridas de toros, aquí:

Peta en español, aquí:

3 comentarios:

Minerva o Atenea dijo...

Definitivamente, todas tus palabras son ciertas, pero, es aquí dónde nos encontramos con el dilema, continuar una tradición o defender los derechos de todo ser vivo.

¿Lo políticamente correcto es respetar aquello que no nos parece, sí se trata de vidas?

Es un serio dilema hacerle caso a lo que nos enseñaron que era correcto o defender los "usos y costumbres" El dilema que enfrentamos con las muertes y las condiciones de mujeres en en medio oriente o al sur de México... ¿qué hacer? Defender nuestros principios o hacer lo políticamente correcto.

A veces me caga pertenecer a la sociedades que permiten esto.

Saludos desde lo profundo del dilema.

Emma Funes dijo...

Atenea o Minerva

Creo que las tradiciones están hechas para su paradoja, es decir, romperlas, sólo en el marco de la excepción existen.
Acuerdo contigo, es una cagada pertenecer a sociedades que legitiman barbaridades.
Con todo, un toro parece menor que una mujer muerta o desaparecida, sin embargo hay algo criminal en ambos procederes, quien elimina un animal por placer y quien viola y mutila, contiene en su esencia la perverisidad. Y me hago cargo de mis dichos.

nati oviedo dijo...

Señor Director de Heraldo de Soria:

Me dirijo a Ud. a fin de expresar mi rechazo y disconformidad respecto a la nota "Tauromaquia: un debate" firmada por Lorenzo Soler, es un muy claro ejemplo de alguien que intenta justificar la tortura
y la muerte con todo tipo de argumentos falsos.
No son necesarios análisis sanguíneos para demostrar que ante situaciones límites, el cuerpo humano y el de cualquier especie, tiene una sensibilidad menor al dolor
durante un lapso breve. Esto se conoce hace más de 60 años. Es muy fácil decir que no hay sufrimiento, cuando otro es el agredido.
Es sabido que, mundialmente, este tema que se enmarca dentro de la "cultura y el arte" para algunos pocos, está siendo totalmente repudiado y rechazado. Los mismo ciudadanos españoles están comenzando a tomar conciencia al respecto


Las corridas de toros evidencian la cualidad más miserable y despreciable del ser
humano: sentir placer con el dolor y la muerte ajenas.
Agradeciendo su publicación, lo saludo muy cordialmente.

Dr. José Luis Rodríguez

Médico cirujano (Mat. Nac. 56.601)

Presidente Asociación para la Protección de Animales de Tres Arroyos (Argentina)

http://perso.wanadoo.es/jllrodriguez/



Fuente: Heraldo de Soria
http://www.heraldodesoria.es/index.php/mod.noticias/mem.detalle/idnoticia.8049/p.1652364627/res.rc
OPINIÓN
Tauromaquia: un debate
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Lorenzo Soler
Hace poco me llamaron asesino en plena calle. Era una soleada tarde de verano y me
dirigía, como otras personas a la puerta de entrada de la plaza de toros de
Barcelona. Allí, apostados en perfecta formación, un par de decenas de personas, la
mitad extranjeras, expresaban desaforadamente su opinión contraria a la fiesta de
los toros. Un tupido cordón de policía dividía dos posiciones opuestas frente al
Arte del toreo, a la par que protegía a los aficionados de las iras de los
antitaurinos.
Ecologistas y abolicionistas abandonan sus convicciones pacifistas cada vez que hay
corridas en Barcelona y se dedican a insultar acaloradamente a los aficionados
taurinos, y más no hacen porque los uniformados están para evitarlo. Pero sin llegar
a estos extremos de irracionalidad, la oposición a las corridas de toros se mantiene
en un sector amplio de la población española y mundial. Hoy, en el marco de la Unión
Europea, es alimentada por la intolerancia de quienes, sin conocer la esencia ni la
filosofía del arte del toreo, esgrimen la razón de la sangre derramada para pedir su
eliminación en dos de sus estados miembros, España y Francia.
Yo que nunca me he sentido ni ejecutor, ni culpable, ni cómplice de ningún asesinato
salvo de algunas moscas cojoneras o de ciertas avispas montaraces, quisiera explicar
las razones que me hacen dormir tranquilo cada noche incluso después de paladear una
buena corrida de toros. Y soñar con ángeles toreros.
La ignorancia transcurre por los intolerantes caminos del abolicionismo. El toro de
lidia es un animal singular, que desde hace más de cuatro siglos es cuidado con mimo
y alimentado con esmero para un único fin: participar en la lucha con el hombre de
acuerdo con unos cánones rigurosos. El profesor Carlos Illera, de la Universidad de
Madrid, ha realizado unos estudios hormonales donde se demuestra que la 'raza' del
toro de lidia posee una facultad excepcional, insólita en las demás especies
animales, gracias a la cual llega a anestesiar el posible dolor de sus heridas
mediante la práctica del combate. A esta conclusión se ha llegado al medir, en
varios centenares de toros, las secreciones de ciertas hormonas que marcan el nivel
de su estrés durante la lidia. Y se ha llegado a la conclusión científica de que el
toro tiene un nivel de sufrimiento mucho más elevado durante su transporte desde el
campo hasta la plaza en esos angostos cajones que imposibilitan todos sus
movimientos. Al pisar la arena y enfrentarse por primera vez con el dolor (picador),
y a medida que desarrolla su lucha, el nivel de producción de esas hormonas vuelve a
ser cada vez mayor (banderillas), como si este combate tuviera la virtud de calmar
su malestar y difuminar su dolor hasta la muerte (estocada).
El toro de lidia, criado zootécnicamente para la lucha, sólo se calma cuando le es
permitido expresar su agresividad. Se puede afirmar con certeza que la naturaleza
del toro bravo está adaptada de modo general al combate, y de modo particular a
permitir su lidia en los ruedos, allí donde el bravo animal encuentra su razón de
ser. Es necesario insistir en que la ética de las corridas de toros no hace de este
animal una víctima pasiva y doliente, sino un ser activo por excelencia. En el ruedo
no se inflingen torturas a un ser pasivo, atado y desarmado. Son heridas recibidas
en la acción, son efectos de la lucha por la vida para resistir a la cual el toro
está especialmente dotado. No hay razón para distinguir entre el combate de los
toros entre sí, o con otros animales -que se considera moral- y la lucha de los
animales con el hombre -que se tacha de inmoral-. El toro es un animal bravo que
coloca el valor de su combate por encima de su propio sufrimiento. Eso es
precisamente lo que lo caracteriza como bravo. Las vacas bravas, señores
antitaurinos, no son animales domésticos, ni 'la vaca que ríe', ni tienen por misión
dar leche, ni tampoco los toros bravos son aptos para arrastrar carretas. Las vacas
bravas están hechas por la naturaleza para parir hijos fieros, no animales cobardes
que huyen del dolor. Hay que diferenciar las especies.
Establecidas estas bases, ¿qué es la tauromaquia? En primer lugar un combate, donde
los dos adversarios (que no enemigos), toro y torero, están dispuestos tanto a morir
como a matar. Un enfrentamiento tan desigual como leal, "las armas de la
inteligencia y de la astucia contra las del instinto y la fuerza, un quiebro del
cuerpo o un engaño en forma de trapo contra el poder brutal y los cuernos acerados",
según expresa certeramente el profesor de filosofía Francis Wolff de la Universidad
de París, en su obra 'Filosofía de las corridas de toros'.
Que es un espectáculo de extraordinaria fuerza plástica nadie lo pone en duda, ni
los mayores detractores de las corridas de toros. Lo que no todos están dispuestos a
aceptar es que el toreo es un arte. Y lo que pocas personas son capaces de sentir es
que la tauromaquia encierra misterios insondables que la hacen todavía más
sugestiva.
No hay que olvidar al segundo protagonista del drama: el torero. El citado profesor
francés lanza esta pregunta: "¿Cómo es que unos jóvenes, en la Europa del siglo XXI,
deciden aún arriesgar su integridad física y sacrificar su juventud con la esperanza
de un éxito que no se puede comparar ni con la riqueza de los jugadores de fútbol,
ni con la fama de los cantantes 'pop', ni con el aura de los actores de cine?".
En el siglo pasado preguntaron a un torero si no tenía miedo a las cornadas. Y el
citado respondió: "Más cornás da el hambre". En la España pobre y rural de los
siglos pasados, triunfar como torero suponía escapar de la miseria. Hoy la mayoría
de los toreros pertenecen a las capas medias de la sociedad y nunca conocieron el
hambre. Los que alcanzan fama y fortuna siguen peleando con el mismo fervor y
entrega que cuando se iniciaron de jovencitos en el oficio. Véase el caso de José
Tomás o de Enrique Ponce.
Puede que la clave esté en el carácter heroico de la profesión de matador de toros,
ese victorioso burlador de la muerte, el ungido por las virtudes canónicas del
combatiente, es decir, el amor propio, el valor, la dignidad, el dominio de la fiera
y de sí mismo, el hombre que es capaz de hacer actos sublimes ante los cuales el
común de los mortales se siente impotente, rendido de admiración ante tamaña
audacia.
Y, finalmente, todo eso revestido de una estética soberbia, de una estoica belleza,
que opone la solemne verticalidad del hombre a la agresiva horizontalidad del toro,
en un ballet de subyugante euritmia y compás. (Compárense las posturas de los
toreros durante la lidia con los pasos de los 'bailaores' de flamenco, y el
movimiento de sus brazos y de su torso). El toreo es un arte visual, esculpido en el
tiempo y en el espacio, pero también una noble pelea, un rito antiguo, una liturgia,
un auto sacramental, la representación del diálogo calderoniano entre la vida y la
muerte. Pero abstengámonos los aficionados a la fiesta de convencer a sus
detractores. Cada cual tiene sus razones. El toreo es 'duende' y misterio. Y eso ni
se explica ni se enseña. Se siente o no se siente.



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Nati Oviedo

oN
www.on-blog.blogspot.com