viernes, 24 de agosto de 2007

SER MUJER, REFUGIADA E IRAQUÍ ES UNA DESGRACIA ATROZ

Refugiadas iraquíes, obligadas a prostituirse

Daisy Mohr en Radio Nederland
Noura viaja en el asiento posterior de un taxi en la capital jordana, Amman.. Si ve pasar algún lujoso auto con matrícula saudita o kuwaití, activa la función bluetooth de su teléfono móvil, con actitud provocativa se aproxima al vehículo y, en cuanto establece contacto visual con sus ocupantes, se lleva el teléfono a la boca. La luz azul de la pantalla ilumina su bello rostro y el profundo escote. "Si están interesados, también encienden el bluetooth. Primero flirteamos un poco, y luego hacemos negocios. Vamos juntos a un hotel o un apartamento", nos cuenta la joven mujer iraquí.

Noura y sus amigas se llaman a sí mismas "free lancers". Muy maquilladas, con camisetas cortas y vaqueros bastante ajustados, se dirigen varias noches por semana a un club en las afueras de la capital jordana. Al comienzo de la noche, beben unas copas de vodka. "Tengo que tomar algo para poder hacer esto, de lo contrario me pongo a pensar demasiado", explica Noura. En la oscuridad del club, hombres árabes sentados alrededor de pequeñas mesas beben whisky, comen algo y dirigen su mirada anhelante a las jóvenes en la pista de baile. Las chicas, provenientes de Iraq, ejecutan movimientos sensuales y sacuden las largas cabelleras negras al compás de la música iraquí. Algunas de las muchachas parecen llevar una máscara; su espíritu está ausente.
Al final de la velada, quien haga la oferta más alta puede llevarse una chica a casa. "Yo gano unos 300 euros por noche. Si hago esto tres veces por semana, tengo suficiente para vivir. Puedo alquilar un apartamento, comprar comida y enviar dinero a mi familia", comenta Lana, una amiga de Noura, envuelta en el intenso vaho de su perfume. Junto a ella, varias compañeras de destino, vestidas en abayas negros, las prendas tradicionales del sultanato de Omán, llevan el cabello cubierto con un pañuelo con muchos adornos. "Los hombres de los Estados del Golfo se excitan al ver mujeres que se cubren en un lugar así. A las chicas también les conviene, porque así dificulta su reconocimiento", precisa Lana.
Como hija de un general del Ejército iraquí, Noura, de 28 años de edad, disfrutó de una excelente educación, asistió a buenos colegios y estudió para ser docente. Luego de la guerra, su vida fue de mal en peor. Los norteamericanos destituyeron a su padre, y nadie en la familia lograba encontrar trabajo. "Con varias amigas decidimos irnos a Amman con la intención de trabajar como maestras", dice Noura. Lo que entonces no sabían, es que a los iraquíes les resulta casi imposible encontrar empleo en Jordania.
"Si estás meses desempleada y sin dinero; si tu familia no tiene qué comer, si no puedes comprar medicinas, ¿qué haces? Terminas vendiendo tu cuerpo", explica Noura. Las chicas deben enviar dinero a sus familiares en Bagdad, de otra forma, éstos sufren serios problemas. "Es culpa del Gobierno iraquí, de Estados Unidos y de Saddam Hussein", nos dice enfurecida. La familia de Noura no está enterada de la realidad, porque no se atreve a revelarles que hace más de un año trabaja como prostituta, y cree que se gana como maestra el dinero que les envía. Si algún familiar viene de visita, se cubre la cabeza con un pañuelo y se pone un vestido largo. "Mi familia es tradicional. Si supiera lo que estoy haciendo, me mataría".
Sybella Wilkes, del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, explica que los refugiados iraquíes están viviendo una seria crisis humana. En el peor de los casos, las chicas se prostituyen para poder ayudar a sus familias. Desgraciadamente, esta situación es común a todas las crisis de refugiados. Wilkes no sabe cuántas jóvenes trabajan en la prostitución, ya que, por ser una actividad ilegal, es imposible comprobarlo. No sólo en Amman, sino también en Damasco, Dubai y la misma Bagdad, cada vez más mujeres iraquíes se ven obligadas a trabajar en la industria del sexo.
Lana, de 33 años de edad y divorciada, afirma conocer a centenares de chicas en Amman que hacen este tipo de trabajo. Algunas son extremadamente jóvenes. Por una virgen se llega a ofrecer sumas astronómicas de dinero, pues, comenta, para los hombres, y principalmente para aquéllos de los Estados del Golfo, una virgen es un trofeo muy preciado.
Lana, una de cuyas mejillas está cruzada por una cicatriz, lleva en el cuello la marca de un beso. Hizo salir a sus dos hijos de la habitación, pero, interesada por la historia que su madre narra, la niña, de once años, permanece tras la puerta. "Envío dinero a mi familia en Bagdad", dice Lana, "pero también trabajo por el futuro de mis hijos". Le resulta en extremo difícil tener que dejarlos solos en el apartamento cuando, por las noches, sale a trabajar. "A veces recién regreso al mediodía del día siguiente".
Lana cuenta que a menudo las chicas son golpeadas o quedan embarazadas. En ese caso, no tienen adónde acudir en busca de asistencia, pues la Policía les inspira pánico. "Si me voy con un hombre, prefiero que sea a un apartamento que a un hotel", comenta, "porque en los hoteles siempre hay policías. También en los clubes la policía hace regularmente redadas, y siempre detienen a algunas chicas. De ahí en adelante, ya no sabes qué será de tu vida. A veces algunas chicas terminan siendo devueltas a Bagdad".

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