sábado, 10 de noviembre de 2007

MÉXICO, EL FEMINICIDIO NO PARA

Al alza, los asesinatos a mujeres en Edomex
Los crímenes se han centrado en la zona oriente, indica la Procuraduría
Ma. Teresa Montaño
@eluniversal.com.mx
TOLUCA, Méx.— Cuando se descubrieron los restos de Esthela Colín Colín, de 43 años de edad, y de su hija Olga Lidia, de sólo tres años, en un paraje cercano al Río Verdiguel de esta ciudad, a los investigadores les sorprendió el grado de violencia y saña con que fueron ejecutadas.
El cuerpo de la madre —quien dejó en la orfandad a 7 hijos— estaba envuelto en dos sábanas y la cabeza estaba envuelta en una bolsa de nailon, tenía los pies y manos atados con hilo cáñamo, además de haber sido violada con un cuchillo, que deliberadamente los asesinos dejaron en sus partes íntimas.
Los restos de la menor fueron localizados a dos metros del cuerpo de su madre, en una caja de cartón y también tenía atados pies y manos y un suéter envolvía su cabeza; fue violada sádicamente y presentaba golpes contusos en todo el cuerpo y navajazos que le tajaron el rostro.
Esthela y su hija ingresaron así a las estadísticas de los 131 feminicidios que se han registrado en lo que va del año en la entidad de acuerdo con datos del procurador mexiquense Abel Villicaña Estrada.
De acuerdo con un estudio comparativo realizado por la diputada federal Maricela Contreras Julián, los asesinatos de mujeres en la entidad ya duplican claramente los casos de “las muertas de Juárez”.
Señala que si se levantara una cruz por cada una de las 585 “muertas mexiquenses”, ejecutadas entre el año 2000 y lo que va del 2007, podría fácilmente “poblarse un cementerio”.
Y no reporta que mientras que en Ciudad Juárez, Chihuahua, entre el año 2000 y 2006 se documentaron y reportaron 203 feminicidios, en el mismo lapso en el estado de México esta cifra se incrementó a 454 casos, lo que implica que en menos de seis años los asesinatos “de género” contra las mujeres se han “cuadruplicado” en la entidad mexiquense.
Dos realidades distintas, pero que confluyen en un mismo fenómeno de violencia, consideró el investigador Alejandro Flores, de la Facultad de Antropología de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), al advertir que la numerosa población del estado —con 15 millones de habitantes— y su complejidad desbordada, dispara cualquier estadística o problemática, sea de homicidios, desempleo, pobreza o criminalidad.
Dijo que México se encuentra frente a un “boom social” de violencia y que en el caso de la entidad mexiquense los municipios más saturados como Chalco, Ecatepec, Nezahualcóyotl e incluso Tlalnepantla y Naucalpan presentan los mayores riesgos.
El fenómeno de las “muertas mexiquenses” llama la atención en razón de que van en aumento, señaló por su parte, Víctor Manuel Bautista López, alcalde de Nezahualcóyotl. Aseguró que una encuesta realizada por su administración arrojó que 60% de las mujeres de Neza sufren violencia en sus hogares, por lo que no es difícil imaginar, dijo, que muchos terminen en crímenes.
Según Contreras Julián, “si hacemos una comparación de los último seis años, entre las privaciones a la vida de mujeres en el estado de México y Ciudad Juárez, lugar que ha sido tomado como el paradigma de los feminicidios en el país, encontramos cifras alarmantes, ya que los de la entidad mexiquense representan el doble de los ocurridos en la ciudad fronteriza”.
Sin embargo, para el procurador de Justicia de la entidad, Abel Villicaña Estrada, ambos fenómenos no tienen punto de comparación, pues Ciudad Juárez y el estado de México constituyen dos realidades distintas; sin embargo, al mismo tiempo admitió que de los 131 feminicidios que se han registrado en lo que va del año, al menos 55% ocurrieron en municipios del oriente entre los que sobresalen los casos de Nezahualcóyotl, Ecatepec, Chimalhuacán y Amecameca.
La Fiscal Especial que investiga los homicidios dolosos contra mujeres, Patricia Martínez Cranss, destacó que en el caso de las víctimas mexiquenses, se han encontrado similitudes importantes: “son mujeres que viven en condiciones de hacinamiento, en zonas de marginalidad urbana o rural, con acceso limitado a servicios públicos, de baja escolaridad o mujeres que trabajan en lugares de riesgo, como es el caso de meseras”.

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