jueves, 6 de noviembre de 2008

UN AGUJERO EN MI CABEZA

Y para muestra sobra un botón. Si, así de perogrullo. Adela Palan fue una actriz de cierto renombre en las tablas de ayer. No, perdón, de antes de ayer. Las divas de antes de ayer, todos lo saben, viven del canje (sobre todo si son de cabotaje) y el canje comprende todo: taxis, ropa, peluquería y comida. El canje también se extiende a los vínculos, es decir:
-Si me halagas, te hablo.
-Si me decís que sí a todo, te incluyo.
A estas frases hay que agregar siempre el "querido" o "querida", lexema que en este caso se lee como: subalterno que jamás sabrás lo que yo sé. Bobilandia que te acercás a mi por mi nombre pero a menos que me lleves en auto a casa (así me ahorro el taxi) no recibirás el beneplácito de mi mirada.
Y sí, el ambiente local está lleno de "queridos" y "queridas" , pusilánimes felices de ser choferes de la diva, mandaderos de la diva y felpudo de las divas (de las de antes de ayer, porque de las hoy están lejos, muy lejos).
El ambiente local de aprendices de artistas muchas veces sucumbe a esos trastornos. Se ven por aquí , allá y acullá, muchos aprendices que, con tal de ser vistos (aquí Luisito objetará un edipo mal resuelto, un narciso sin sublimar) se convierten en la alfombra de baño de esas viejas locas.
El caso es que aquella tarde cuando bajé del subte sin estar muy segura de dónde quedaba el teatro donde mi alumno de literatura de los jueves representaba su obra realista de los 70, 80 o 90, yo, que había estado guardada por motu propio, yo, que sólo me tomé el colectivo y el subte para no desairar la entrada dos por uno que el chico me había dado (igual yo era una y no valía por dos) yo, que trabajé durante años para que mi pérfil fuera casi inexistente, ya no bajo sino chato, yo que trabajé intensamente en Puán para no admirar a totems de papel maché, yo, pobre yo, que había ido porque el destino posible de un egresado (no el más iluminado pero si el más probable) es la docencia y quería multiplicar a mis alumnos/ingresos, con mi entradita en la mano, insegura del lugar y la hora, yo, me encontré una diva.

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