Manuel Arroyo: rebelarse contra la violencia Víctor M. Quintana S.
A Menny Arroyo no pudieron protegerlo los 10 mil efectivos militares que dice el gobierno de Calderón hay en Juárez. Tampoco pudieron salvar la vida de Alejandro Irigoyen y Gerardo González sus compañeros universitarios. Ni pudieron evitar la desaparición de las también alumnas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), Lidia Ramos y Mónica Janeth Alanís. Antes, las ejecuciones en esta frontera parecían no tener ni rostros ni nombres, hasta trataron de vendernos la idea de que se estaban matando entre ellos. Ahora, cuando la muerte llega a quien fue nuestro alumno, o maestro, o compañero o compañera es más claro que nunca que el Estado mexicano falla todos los días en su obligación de resguardar la vida de sus gobernados. Manuel Arroyo Galván, investigador, facilitador del aprendizaje, como le gustaba que le llamaran, fue acribillado la tarde del 29 de mayo en un concurrido crucero de Juárez. De auto a auto, con armas largas y cortas por un comando que huyó de inmediato. Ejecución típica del crimen organizado. Como las otras 11 que ocurrieron ese día y las 91 de todo mayo. A pesar de los miles de policías y soldados con capuchas, ametralladoras y tanquetas que pululan en este Juárez aterrado.
A Menny Arroyo no pudieron protegerlo los 10 mil efectivos militares que dice el gobierno de Calderón hay en Juárez. Tampoco pudieron salvar la vida de Alejandro Irigoyen y Gerardo González sus compañeros universitarios. Ni pudieron evitar la desaparición de las también alumnas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), Lidia Ramos y Mónica Janeth Alanís. Antes, las ejecuciones en esta frontera parecían no tener ni rostros ni nombres, hasta trataron de vendernos la idea de que se estaban matando entre ellos. Ahora, cuando la muerte llega a quien fue nuestro alumno, o maestro, o compañero o compañera es más claro que nunca que el Estado mexicano falla todos los días en su obligación de resguardar la vida de sus gobernados. Manuel Arroyo Galván, investigador, facilitador del aprendizaje, como le gustaba que le llamaran, fue acribillado la tarde del 29 de mayo en un concurrido crucero de Juárez. De auto a auto, con armas largas y cortas por un comando que huyó de inmediato. Ejecución típica del crimen organizado. Como las otras 11 que ocurrieron ese día y las 91 de todo mayo. A pesar de los miles de policías y soldados con capuchas, ametralladoras y tanquetas que pululan en este Juárez aterrado.
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