sábado, 21 de noviembre de 2009

DECÍ NO A LA VIOLENCIA DE GÉNERO

Atenuantes de la violencia sexista
por MAITENA MONROY, * Miembro de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia - Jueves, 19 de Noviembre de 2009 -
ESTOS días hemos conocido la sentencia del juicio contra José Diego Yllanes por el asesinato de Nagore Lafagge y a su vez este mes es el mes en que se celebra el día internacional para la erradicación de la violencia sexista. Pero tras esta insultante sentencia quizás deberíamos preguntarnos qué entendemos por violencia sexista. Ya que de poco servirán las campañas que hagamos si no hacemos frente a lo que genera y potencia esta violencia, que no es otra cosa que el sexismo.
Las mujeres jóvenes han crecido en la convicción del derecho a la igualdad y no les hemos preparado para unos hombres y una sociedad que se los va a negar bajo supuestos atenuantes que no son sino el reflejo sexista que nos devuelve la certeza que niega esos mismos derechos. Porque no sólo agreden los agresores directos, sino también aquellos que legitiman el uso de esta violencia.
Cuando las mujeres dicen no sólo están ejerciendo su derecho a decidir sobre su propio cuerpo, sin imponer nada a nadie. A no ser que neguemos este derecho, nadie en ninguna circunstancia tiene derecho a violarlo. Estos días, en Iruñea, se ha podido escuchar a personas que decían que Nagore ya sabía a lo que iba o que cuestionaban la vida sexual de la joven. Esto significa justificar su asesinato, responsabilizándola a ella misma, y en última instancia negar el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, su vida y su libertad. Sigue resultando llamativo que aquellos rasgos de carácter de los hombres se vean en las mujeres como defectos imperdonables que pueden o deben ser castigados incluso de la forma más salvaje.
Aunque nuestras jóvenes están educadas en que tienen derecho a la igualdad, deberíamos advertirles de que este derecho es sólo teórico y que su práctica está muy lejos de ser real. Porque esto es lo que le ha ocurrido a Nagore, por duplicado. Primero, cuando un asesino machista decidió que tenía derecho a quitarle la vida para no verse con una denuncia por intento de violación, de la que por cierto, se hubiera podido defender en un juzgado. Y segundo, cuando un jurado popular y parte de esta sociedad justifico la acción del asesino. Entre los atenuantes, figura el que restituyo el daño producido pagando 120.000 euros a la familia, lo que a parte de otras cuestiones morales nos lleva a pensar que los asesinos con poder adquisitivo se van a librar de condenas más altas porque pueden pagar. El segundo atenuante, el de arrepentimiento, sería más que cuestionable puesto que intento descuartizar y ocultar el cadáver y sólo confesó cuando se vio acorralado. El tercero, el arrebato, supone eliminar la intencionalidad del asesino que no era otra según palabras de Yllanes que salvar su honor, es decir, que nuevamente la vida de las mujeres vale menos que el honor de cualquier hombre. Además habría que decir que Nagore jamás supuso una amenaza física para su asesino.
El cuarto atenuante, que se encontraba bajo los efectos del alcohol, sigue siendo una incógnita porque en algunos delitos es un agravante y sistemáticamente se utiliza como elemento para justificar el uso de la violencia contra las mujeres.
Nagore creyó que podía tener derecho a decidir sobre su cuerpo, el problema es que Yllanes se creyó con el derecho a decidir por ella y un jurado popular creyó que había atenuantes en su acción. Los derechos sólo son derechos cuando pueden ser ejercidos. Si no, sólo son una mera expresión simbólica de lo que consideramos justo.
A Marta del Castillo, a Nagore y a demasiadas mujeres se les ha negado este derecho de la forma más salvaje y no sólo por sus agresores. Si no acabamos con la impunidad social de éstos seremos cómplices de todas las formas de violencia que sufrimos las mujeres. A ellas no podemos devolverles su vida pero sí podemos cambiar nuestro sexismo encubierto para que ninguna mujer más sufra violencia por el hecho de serlo.
Porque frente a la violencia sólo hay dos posiciones, ahora toca que decidamos cuál es nuestra posición: si la de cómplices de esta violencia o si nos situamos en el más absoluto rechazo y en la defensa de los Derechos Humanos, en los que los derechos de las mujeres deben ser respetados sin fisuras.
En defensa de los derechos humanos, yo digo que no agredo, ni justifico ni permito la violencia contra las mujeres.

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