domingo, 8 de julio de 2007

PALESTINA, LA MEMORIA QUE PERSISTE

Palestina: documentos contra el olvido en La Nación

Unos 750.000 palestinos que vivían en lo que hoy es territorio israelí fueron empujados en 1948 a un exilio que, creyeron, sería sólo temporario. Más de medio siglo después, muchos de ellos aún conservan los títulos de propiedad, otorgados por la corona británica, de las que fueron sus tierras, un legado que atesoran y pasan de generación en generación porque son testimonio de su pasado y de su identidad.

CAMPO DE AL SHATI, GAZA.- Hace más de medio siglo que malviven, como almacenados, en esas gigantescas villas miseria cuyo nombre -"campo de refugiados"- desmiente la falsa idea de situación "provisional" con que vienen soportando su penoso destino desde hace décadas y décadas.

Y, al igual que los nietos que ya llegaron y en buen número, ellos saben distinguir el ruido de un avión o de un tanque israelí mucho antes de poder verlo. Y, apenas eso ocurre, cumplir el rito del superviviente, que lleva a abandonar, en el acto, aquello que estén haciendo para huir. Para fundirse entre el laberinto de callejuelas angostas en busca de un refugio que no existe. Ocurre a menudo. La última vez fue hace pocos días.

Pero, en el momento de escapar del miedo, si algo distingue a los palestinos más viejos es que ellos suelen correr con algo precioso bajo el brazo: la lata -de marca ya gastada por el tiempo- en la que guardan la escritura de propiedad de la tierra que fue suya o de su familia. Y que hoy forma parte del Estado de Israel.

"Son un tesoro, son documentos sin precio. Son nuestra alma, nuestro sentido. La prueba testimonial de que la tierra era nuestra y de que nos la quitaron sin que a nadie le importara", dice Abdulla Mohmad Mikdad.

En 1948, cuando Mikdad tenía doce años, abandonó con su familia la granja paterna en la localidad de Hamama, para "huir del avance de las tropas israelíes". Como una cebolla germinada para proteger su "tesoro", este jefe de familia palestino extrae ante LA NACION, capa tras capa, los documentos testimoniales de aquel pasado próspero de lo que hoy es su último envase: una bolsita de plástico.

Manchados de humedad, amarillentos y frágiles por el tiempo, los títulos de propiedad llevan el monograma -y la autoridad que representaba- de la corona británica, que gobernó en esta zona hasta mayo de 1948, en que, con su retirada, se produjo el nacimiento simultáneo del Estado de Israel.

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